SERVUS HISPANIARUM REGIS



lunes, 30 de abril de 2012

COMUNICADO DE LA CASA REAL AFROBOLIVIANA

Continuando la línea de los Reconocimientos Internacionales de la legitimidad y la importancia de la figura del Rey de la Comunidad Afroboliviana, desde la Casa Real Afroboliviana queremos destacar otro reconocimiento de especial relevancia efectuado, en esta ocasión, por una publicación editada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, instancia dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación del Reino de España.




Este nuevo reconocimiento aparece inserto dentro del interesante artículo titulado: ``Cimarronaje y afrocentricidad: los aportes de las culturas afro-americanas a la América Latina contemporánea ´´, redactado por José Jorge de Carvalho investigador de la Universidad de Brasilia y aparece publicado en la Revista Pensamiento Iberoamericano (http://www.pensamientoiberoamericano.org/), revista editada por dos organismos españoles de gran relevancia como son la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (http://www.aecid.es/es/), a la cual ya nos hemos referido y la Fundación Carolina (http://www.fundacioncarolina.es/es-ES/Paginas/index.aspx), que promueve las relaciones culturales entre España y la Comunidad Iberoamericana de Naciones.     En este interesante artículo, sobre las culturas afroamericanas, el autor hace una mención expresa a la importancia y legitimidad en el seno de la Comunidad Afroboliviana de su Rey Don Julio Pinedo, así como de su antecesor el Rey Don Bonifacio Pinedo, asimismo se reconoce la coronación oficial del Rey Afroboliviano, en los siguientes términos: ``En Bolivia, ocurre un reconocimiento cultural y político de la población afroboliviana (…). Recientemente el Estado boliviano coronó el Rey Negro de Bolivia, Julio Pinedo, quien es descendiente de un Rey senegalés y heredero de la historia de las luchas de los africanos esclavizados en el país.´´ (página 36).


Consideramos que esta nueva referencia documental sobre la legitimidad de Don Julio Pinedo como Rey Afroboliviano, respaldado por el Estado Plurinacional de Bolivia, cobra una especial importancia al estar inserta en una publicación científica que depende, directamente, de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, lo cual supone un nuevo reconocimiento por parte, esta vez, de un Organismo Oficial del Reino de España respecto a la relevancia institucional de la figura del Rey de los Afrobolivianos.  Desde la Casa Real Afroboliviana recomendamos la lectura este estudio, para ahondar en el conocimiento de la realidad de nuestra Comunidad. El texto del informe es completamente accesible en la Página Web Oficial de la Revista Pensamiento Iberoamericano (http://www.pensamientoiberoamericano.org/).   
La Secretaría de la Casa Real Afroboliviana emite el presente comunicado, bajo expreso deseo de Su Majestad, dando total libertad para su difusión pública a cuantos medios de comunicación así lo estimen oportuno.
Mururata (La Paz, Bolivia). Sábado, 28 de abril de 2012.
Secretaría de la Casa Real Afroboliviana.http://www.casarealafroboliviana.org/

domingo, 29 de abril de 2012

EL PALACIO REAL DE NÁPOLES




El Palacio Real de Nápoles fue mandado construir en el año 1601 por el virrey de Nápoles, Fernando Ruiz de Castro, en previsión de una posible visita del rey Felipe III de España a la ciudad que no se llegó a hacer nunca.
El proyecto inicial fue encargado al arquitecto Domenico Fontana que ya había realizado importantes obras en Roma para el Papa Sixto V. La idea original sufrió numerosos cambios y no fue hasta mediados del siglo XIX cuando se pudo dar por terminado. Desde el mismo momento que se empezarón a colocar los cimientos de la obra, el Palacio Real de Nápoles, fue el centro de la vida política y social napolitana.


Vista general de la fachada principal del Palacio Real de Nápoles


A partir del año 1734, en que la corte se instaló permanentemente en Nápoles, se viven intensos procesos de restauración del Palacio que se encontraba en un pésimo estado de conservación. A partir de aquel momento se encargaran progresivas restauraciones que confirieron al edificio un estilo más barroco.
Al arquitecto Ferdinando Sanfelice se le encargó la construcción de un piso para el Mayordomo Mayor en el pabellón oriental hacia Castelnuovo; luego, en 1742, realizó, junto con el ingeniero de cámara Casimiro Vetromile, nuevas restauraciones.
En 1736 empezó el traslado de las colecciones farnesianas, que luego fueron parcialmente llevadas a Capodimonte. Con ocasión de las bodas del Rey Carlos VII con Maria Amalia de Sajonia, en 1737 se reunieron en el edificio los mejores artistas presentes en Nápoles para adornar varias alas del Palacio (especialmente la Sala Diplomática, llamada también Primera Antecámara de Su Majestad); entre ellos recordamos a: Francesco Solimena, Francesco De Mura, Nicola Maria Rossi, Domenico Antonio Vaccaro.
En ese mismo año se creó una Fábrica de Porcelanas, primer esbozo de la que se convertiría en la renombrada Fábrica de Capodimonte.
En 1751 se abrieron las actividades de la Real Imprenta Palatina, enriquecida con las maquinarias procedentes de la famosa tipografía de Raimundo de Sangro, Príncipe de Sansevero, luego, en 1753, se le encargó a Vanvitelli la restauración de la Fachada edificada por Fontana.
Sin embargo, a decir verdad, Rey Carlos VII nunca se encariñó completamente con el Palacio Real, si bien viviera allí, probablemente por un lado por estar demasiado sujeto a la caótica vida de la capital, y por otro por no haber sido una “construcción suya”. En su mente ya se encontraban dos nuevos Palacios Reales, Caserta y Capodimonte: por consiguiente las obras volvieron a comenzar solamente bajo Fernando IV.
Se edificó el largo cuerpo de Fábrica hacia oriente, el Nuevo Pabellón, que ocupó gran parte de los jardines, ahí donde ahora se encuentra la Biblioteca Nacional; luego se puso en ejecución la edificación de la fachada hacia el mar que, sin embargo, se quedó por terminar y se realizaron la seis primeras arcadas con balcones.

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Doble escalera de honor del Palacio Real de Nápoles

En 1769 Ferdinando Fuga convirtió definitivamente la Sala Grande del Palacio Real español, que los Virreyes ocupaban para los espectáculos, en pequeño Teatro de Repertorio del Palacio. Para su inauguración se representó una Serenata, o fiesta teatral en musica por G.B. Sassi, con musica de Giovanni Paisiello. En el pequeño teatro se representaron principalmente obras de Nicola Piccinni, Domenico Cimarosa y de Paisiello compuestas especialmente para el Rey. Durante los años setenta, aún bajo la dirección de Fuga, se llevó a cabo el embellecimiento de las salas; las puertas pintadas del palacio, los tapices de la Real Fábrica, y que todavía se conservan, se remontan a aquella época.
Para 1773 el Rey había habilitado el terreno en frente del Palacio como campo de parada dedicado a las exhibiciones militares, dedicando la Piazza del Castello a las fiestas populares que antes se realizaban justo en aquel sitio.
En 1767 se fundó el Colegio Militar, en 1778 la Academia de Ciencias y Letras, y en 1785 se emprendió el arreglo del Gran Archivo. Además se volvió a establecer en el patio del picadero el Taller de Porcelanas cuya dirección fue puesta en manos de Domenico Venuti. Finalmente, en 1782, se abrió una Fábrica de Aceros con maestros vieneses, sempre dirigida por Venuti.
El año 1815, Fernando IV llamó a Palacio  al afamado escultor Canova, y le encargó una estatua de Carlos VII; y en 1819 otra del propio Fernando IV; sin embargo el artista se encontraba viejo y enfermo, así que sólo logró modelar el caballo. La estatua fue terminada por Antonio Calí y en 1829, los dos monumentos fueron situados en la plaza frente a Palacio.

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El Salón del Trono

 
En la segunda mitad del siglo XVIII los monarcas napolitanos prefirieron vivir en el Palacio Real de Caserta. aunque el Palacio Real de Nápoles continuó siendo mejorado con las intervenciones de Vanvitelli (finales del siglo XVIII) y Gaetano Genovese en 1838 tras el incendio que dañó buena parte del edificio.
A lo largo del reinado del rey Fernando II de las Dos Sicilias se tendió a la centralización de los poderes del Estado, siendo el Palacio Real de Nápoles el centro del poder absoluto del Reino de las Dos Sicilias.

El lado de la fachada oeste del edificio (frente a actual Piazza del Plebiscito) muestra una serie de esculturas de los monarcas de las diferentes dinastías que gobernaron Nápoles, desde la fundación del Reino en el siglo XII: Roger II, Federico II de Hohenstaufen, Carlos de Anjou, Alfonso de Aragón, el emperador Carlos V, Carlos VII de Nápoles, Joachim Murat, y Víctor Manuel II de Saboya, el primer rey de la Italia unificada.

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Carlos VII de Nápoles, nuestro Carlos III

Hoy en día la visita del Palacio se completa con la del  famoso Teatro San Carlo y la Biblioteca Nazionale Vittorio Emanuele III.

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La Capilla Real

Desde los bellos jardines colgantes del Palacio, con vistas al mar, se puede disfrutar de excelentes vistas de la bahía de Capri e Ischia, el Vesubio y la propia Nápoles.



Vista aérea posterior del Palacio Real de Nápoles junto al Castel Nuovo


sábado, 28 de abril de 2012

EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DEL CARLISMO DE ESTELLA



“Reyes sin trono. Los pretendientes carlistas de 1833 a 1936”

El consejero de Cultura, Turismo y Relaciones Institucionales de la Comunidad Foral de Navarra, Juan Luis Sánchez de Muniáin Lacasia, presentó en Estella la  nueva exposición temporal que lleva por título “Reyes sin trono. Los pretendientes carlistas de 1833 a 1936”, en el Museo del Carlismo.
La exposición recorre las biografías de los pretendientes carlistas al trono de España durante estos cien años, describe su trayectoria vital y la de sus familias, y ofrece aspectos de su vida privada que ayudan a comprender mejor su personalidad y el contexto de su actividad política.

La exposición permanecerá abierta al público hasta el 9 de diciembre de 2012 en el horario habitual del museo: de martes a sábado en horario de 10 a 14 y de 16 a 19, y los domingos y festivos en horario de 11 a 14 horas. 
 
 
El Consejero Sánchez de Muniáin en su recorrido por la exposición

La exposición presenta la información en una serie de paneles gráficos a los que acompañan más de 150 piezas de naturaleza variada: fotografías, documentos, obras artísticas y objetos personales. Algunos de estos objetos pertenecen a la colección del Museo del Carlismo o al depósito del Partido Carlista, si bien la mayoría han sido cedidos para esta muestra por distintas instituciones. 
Procedentes de otras colecciones navarras figuran piezas de la Biblioteca de Navarra, el Museo Etnológico de Navarra “Julio Caro Baroja”, el Archivo Real y General de Navarra, el I.E.S. Plaza de la Cruz y la Universidad de Navarra. 

Algunas piezas singulares han sido prestadas también por instituciones estatales: Museo Cerralbo, Museo Nacional de Artes Decorativas, Patrimonio Nacional y Archivo del Congreso de los Diputados, así como las bibliotecas de las universidades Complutense y Autónoma de Madrid. También han cedido piezas instituciones del País Vasco y de Cataluña, como el Museo Zumalakarregi, el Museo San Telmo, el Archivo General de la Diputación de Gipuzkoa, el Archivo Histórico de Loyola, la Biblioteca de Catalunya y el Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus. 
 

Interior del Museo del Carlismo de Estella

Algunas instituciones del extranjero como la Royal Collection y la Royal Photographic Society, ambas en Londres, han contribuido con la cesión de imágenes del conde de Montizón (Juan III) en su faceta de pionero de la fotografía. También, la Cinemateca francesa y el Museo Vasco y de la Historia de Bayona han colaborado con un fragmento de la película muda “Pour Don Carlos”, rodada en 1921, junto con el libreto de presentación. 

De entre las piezas y documentos expuestos, destacan los cinco retratos en miniatura, pintados sobre marfil, de Carlos Mª Isidro y su familia, el reloj y los gemelos regalados por Carlos VII al marqués de Cerralbo, la colección de retratos fotográficos de la familia de Carlos VII y los ejemplares de correspondencia privada entre distintos miembros de la familia real carlista. 
 
 
Estandartes y uniformes de la Colección Permanente

Finalmente, destacan por su rareza las imágenes del cortejo fúnebre de Carlos VII en Varese (1909), que han sido cedidas por la familia Martra, depositadas en el Centre de la Imatge Mas Iglesias de Reus y restauradas por la Filmoteca de Catalunya.

Visitas teatralizadas 

Con motivo de esta exposición, se ha programado un calendario de visitas teatralizadas que comenzarán en mayo y en las que el visitante podrá conocer la vida de la familia carlista acompañados por un personaje femenino de la época. 
Este personaje participará también en el desfile de tropas carlistas que la asociación turística Tierras de Iranzu ha organizado por las calles de Estella el día 27 de mayo. 
 
 
Recreación histórica de tropas de la IIIª Guerra Carlista

 
Las visitas teatralizadas a la exposición temporal incrementa la oferta habitual de visitas guiadas a la exposición permanente, cuyo calendario puede consultarse en la página web del Museo del Carlismo. 
(Fuente: Navarra.es)

viernes, 27 de abril de 2012

LA ORDEN DE SAN SAVA


File:Flag of the Kingdom of Yugoslavia.svg


La Orden de San Sava fue instituida el 23 de enero 1883 por el rey Milan I de Serbia como recompensa civil para premiar méritos y logros en las ciencias y las artes.
Fue la única orden civil que se creó en el Reino de Serbia.
El 24 de noviembre de 1904 el rey Pedro I, representante de la nueva dinastía de los Karageorgevich ordenó el cambio del monograma real  de Milan I (Casa de Ovrenovich) en las insignias de la Orden por la fecha de su creación "1883".
El 22 de noviembre de 1914 sus constituciones fueron modificadas para permitir, acababa de comenzar la primera Guerra Mundial, que también el personal pudiera ser condecorado con la Orden de San Sava.
La insignia es una cruz maltesa de esmalte blanco fileteada de azul y con bolas de oro rematando cada una de las puntas de la citada estrella.
Entre los brazos de la cruz se colocan águilas bicéfalas coronadas en cuyo interior muestran el escudo real serbio. El brazo superior de la cruz termina en una flor de lis que se une a una corona real.
En el óvalo central que se coloca sobre la cruz en el anverso de la insignia, aparece el retrato esmaltado policromado del obispo San Sava. A su vez está rodeado por un cordón  de esmalte azul cargado con una divisa en alfabeto cirílico antiguo "El trabajo propio alcanza a todos".
La forma en que se muestra al obispo en esos medallones es diferente según el fabricante.
En el reverso, y hasta1904, se mostraba el monograma coronado del rey Milan I. Tras esa fecha se colocó en su lugar el año de creación de la Orden (1883).

La orden fue organizada en cinco clases.

GRAN CRUZ


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Insignia, Banda y Placa de Gran Cruz de la Orden de San Sava



GRAN OFICIAL

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Venera y Placa de Gran Oficial de la Orden de San Sava


COMENDADOR

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Venera de Comendador (reverso)


OFICIAL

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Cruz de Oficial


CABALLERO

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Cruz de Caballero


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Cinta de la Orden de San Sava

La Orden pasó al sistema premial del Reino de Yugoslavia tras la Gran Guerra y hasta su desaparición a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y la posterior toma del poder por el Mariscal Tito.
Desde 1945 fue concedida, como máximo galardón, por la Iglesia Ortodoxa Serbia.

jueves, 26 de abril de 2012

26 DE ABRIL: SAN ISIDORO DE SEVILLA


File:Isidor von Sevilla.jpeg


Se desconoce el lugar real de nacimiento de Isidoro aunque su familia era originaria de Cartagena. Era hijo de Severiano, el cual pertenecía a una familia hispano-romana de elevado rango social; su madre, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza. Su familia se distinguió por su contribución a la conversión de los reyes visigodos (arrianos) al catolicismo.
Al parecer, la familia de Isidoro huyó a Sevilla tras la conquista bizantina al ser éstos defensores del rey Agila I frente a Atanagildo, aliado de los bizantinos.
Fueron hermanos de San Isidoro: San Leandro, su inmediato predecesor en el arzobispado de Sevilla y oponente del rey Leovigildo (llegó al arzobispado al inicio del reinado del nuevo rey, el ya católico Recaredo); San Fulgencio, que llegó a ser obispo de Cartagena y de Astigi (hoy Écija), y Santa Florentina, de la que la tradición dice que fue abadesa a cargo de cuarenta conventos. Los cuatro fueron canonizados y se les conoce colectivamente como los Cuatro Santos de Cartagena, siendo los patrones de la diócesis cartagenera. Isidoro también fue hermano de Teodora o Teodosia, reina de la Hispania visigoda por su matrimonio con el rey Leovigildo.


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San Isidoro muestra una obra suya a su hermana Santa Florentina

San Isidoro se formó con lecturas de S. Agustín de Hipona y de S. Gregorio Magno; estudió en la escuela catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de transición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas. En ese contexto, se propuso recomponer las debilitadas estructuras culturales de España, y desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, y en el IVº Concilio de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino.
La maestría de San Isidoro en griego y hebreo le dio reputación de ser un estudiante capaz y entusiasta. Su propio latín estaba afectado por las tradiciones locales visigodas y contiene cientos de palabras identificables como localismos hispanos.

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Braulio de Zaragoza e Isidoro de Sevilla

En una época de desintegración de la cultura clásica, de violencia e ignorancia entre las clases dominantes, Isidoro impulsó la asimilación de los visigodos, que ya llevaban dos siglos en Hispania, a fin de conseguir un mayor bienestar, tanto político como espiritual, del reino. Para ello, ayudó a su hermano en la conversión de la casa real visigoda (arrianos) al catolicismo e impulsó el proceso de conversión de los visigodos tras la muerte de su hermano (599). Presidió el segundo sínodo provincial de la Bética en Sevilla (noviembre de 618 o 619, durante el reinado de Sisebuto), al que asistieron no sólo prelados peninsulares sino también de la Narbonense (que formaba parte del reino visigodo de Toledo) y Galia.
En las actas del concilio se establece totalmente la naturaleza de Cristo, rebatiendo las concepciones arrianas.


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San Isidoro, Doctor de la Iglesia Universal

Siguiendo las directrices establecidas por Isidoro en Sevilla fue prescrito el estudio del griego y el hebreo, y se alentó el interés por el estudio del Derecho y la Medicina.
Afirmó que la Iglesia era libre e independiente, pero que estaba ligada mediante una solemne lealtad al rey. Para muchos autores fue uno de los primeros pensadores en formular la teoría del origen divino del poder regio: Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el gobierno de los pueblos.
Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia. En el año 2001 fue declarado patrón de Internet.
Los restos mortales de San Isidoro se encuentran actualmente en la Basílica de San Isidoro de León donde fueron trasladados desde su sepulcro en Sevilla en 1063. Ese año el monarca leonés Fernando I obtuvo las reliquias del rey de la taifa de Sevilla, al-Mutamid, tributario suyo. Existen también algunas reliquias suyas en la catedral de Murcia.
En el altar mayor de la parroquia de La Anunciación de Abla (Almería) también se encuentra una reliquia de San Isidoro, donada por la Curia Romana en el mes de diciembre de 2008 con motivo de la consagración de dicho altar.

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El pendón de San Isidoro

Fue un escritor muy prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos.
Su obra más conocida es las Etimologías (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (Teología, Historia, Literatura, Arte, Derecho, Gramática, Cosmología, Ciencias Naturales...). Gracias a esta obra, se hizo posible la conservación de la cultura romana y su transmisión a la España visigoda.
Asimismo cabe destacar su obra La Hispania,la cual es una colección de cánones conciliares y epístolas pontificias. Los cánones recogidos corresponden a concilios griegos, africanos, galicanos y españoles, mientras las epístolas pontificadas, más de un centenar, quedan agrupadas por orden cronológico. La riqueza de contenido y universalidad de sus planteamientos confieren a La Hispania un papel de capital importancia, sin parangón posible con cualquier otra colección canónica de la misma época. La Hispania fue precedida desde mediados del siglo VI por un índice formado por el extracto de los cánones, y constó de tres recenciones: la Isidoriana, correspondiente a la redacción primitiva, la Juliana de la época de San Julián de Toledo) y la vulgata, o edición más difundida y utilizada, que habría de ser bien conocida en las Galias y que influyó además en otras colecciones canónicas posteriores.
S. Isidoro de Sevilla escribió diversas obras históricas, siendo la más importante Etimologías, una extensa compilación en la que almacena, sistematiza y condensa todo el conocimiento de la época. Otra obra, pero de menor importancia es su Historia de los Godos, Vándalos y Suevos.

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Página de una edición de las Etimologías de 1489

Según cuenta la leyenda, en 1063 Fernando I guerreó por tierras de Badajoz y Sevilla, e hizo tributario suyo al rey taifa de Sevilla. De él consigue la entrega de las reliquias de Santa Justa, pero cuando su embajada llega a Sevilla a recogerlas, no las encuentra. Sin embargo, una vez en Sevilla, el obispo de León, miembro de la embajada, tiene una visión mientras duerme, gracias a lo cual encuentran milagrosamente las reliquias de San Isidoro. El retorno se hace por la Vía de la Plata. Cerca ya de León, la embajada se interna en tierras pantanosas, sin que los caballos puedan avanzar. Al taparles los ojos a los caballos, éstos salen adelante dirigiéndose hacia la recién construida iglesia de los Santos Juan y Pelayo, que desde entonces se llamará de San Isidoro.
Isidoro fue muy leído durante la Edad Media y Renacimiento (al menos diez ediciones fueron impresas entre 1470 y 1530). Su influencia fue enorme entre sus contemporáneos. Braulio, obispo de Zaragoza y amigo de Isidoro, le describió como el hombre elegido por Dios para salvar a los hispanos de la marea de barbarie que amenazaba con inundar la civilización clásica en Hispania. El VIII Concilio de Toledo (653) manifestó su admiración por la figura de Isidoro con las siguientes elogiosas palabras: «El extraordinario doctor, el último ornamento de la Iglesia Católica, el hombre más erudito de los últimos tiempos, el siempre nombrado con reverencia, Isidoro». Este tributo fue ratificado por el XV Concilio de Toledo, celebrado en 688. Entre sus discípulos se encuentra Ildefonso de Toledo.
Todos los escritos históricos medievales de España estuvieron basados en las obras de Isidoro. Hasta el siglo XII, fue transmitido mediante traducciones de fuentes árabes, siendo una de las fuentes principales para la penetración en Europa de los trabajos de Aristóteles y otros griegos.

miércoles, 25 de abril de 2012

DCCCLº ANIVERSARIO DE LA ORDEN DE AVIS


File:Ordem Avis.svg


Nos visita hoy en "Salón del Trono" nuestro querido amigo el Excmo. Sr. Don Rui Santos Vargas, de la Academia de Falerística de Portugal, quien nos trae una interesante información sobre las conmemoraciones que en nuestro vecino Portugal se están desarrollando en la efeméride de los 850º años de existencia de la gloriosa Orden de Avis.
Cordiais saudações e muito obrigado Don Rui. Esta é a sua casa.

La información más relevante de esta misiva, que firma el Sr. Secretario de la A.F.P., Sr. Don Paulo Estrela, traducida a nuestra lengua, es la siguiente:

Estimados académicos:
Como continuación de lo que sucedió el año pasado, cuando la Academia, en colaboración con otras instituciones de la sociedad civil, y celebrando el día del Cuerpo de Cadetes del Mar de Portugal, rindió homenaje a todos los destinatarios de la Orden de la Torre y la Espada, también este año estará marcado por una iniciativa similar.
Coincidiendo con que este año se celebra el 850º aniversario de la Orden Militar de Avis, el fin de semana del 28 y 29 de abril será el escenario de algunas actividades sobre las que nos gustaría llamar su atención y animar a su participación.
Figura al final de esta entrada un anexo con los programas de actividades para el sábado (Museo de la Marina de Guerra) y el domingo (Museo Militar), que concluirán el Domingo día 29 de abril, con una cena de homenaje en el Museo de la Marina de Guerra y en la que el invitado de honor será el almirante Nuno Vieira Matias, Presidente de la Academia de Marina.
Será una oportunidad única para mantener un estrecho contacto con decenas de oficiales de las fuerzas armadas, conocer sus condecoraciones y intercambiar ideas y experiencias, así como escuchar al siempre elocuente, Prof. Humberto Nuno de Oliveira, Presidente de nuestra Junta Directiva, en sus diversas intervenciones.
PRO PHALARIS LUSITANIUM
Paulo Jorge Estrela
Secretário A.F.P.



Para nuestros amigos y seguidores portugueses, y de otros países lusófonos, ofrecemos la versión original de la información así como las invitaciones y programas respectivos de los Cadetes do Mar y del  Museo Militar de Lisboa

Caros Académicos,
Na continuação do ocorrido o ano passado, em que a Academia, em parceria com outras instituições da sociedade civil, e aproveitando o Dia do Corpo de Cadetes de Mar de Portugal, homenageou todos os agraciados com a Ordem da Torre e Espada, também este ano será marcado por uma iniciativa idêntica.
Com o pretexto de este ano ser comemorado o 850º aniversário da Ordem Militar de Avis (o que em termos históricos é bastante discutível) o fim-de-semana de 28 e 29 de Abril irá ser palco de algumas actividades para as quais gostaríamos de chamar a vossa atenção e apelar à participação.


Junto em anexo os programas das actividades para sábado (Museu de Marinha) e domingo (Museu Militar), sendo que acaba Domingo à noite (29), com um jantar de homenagem no Pavilhão das Galeotas (Museu da Marinha) e em que o convidado de honra será o Almirante Nuno Vieira Matias, Presidente da Academia de Marinha, que nos irá brindar com uma apresentação evocativa.
Lembro que a participação neste jantar está sujeita a uma inscrição prévia, mas que para o seu sucesso (e esta é uma iniciativa conjunta da A.F.P.) era importante ter uma boa participação da nossa parte, pelo que contamos também com a colaboração e apoio de associados, seus familiares e outros amigos que entendam serem sensíveis a estas causas cívicas.
Será uma oportunidade única para contactar de perto (e fotografar) dezenas de Oficiais das Forças Armadas, ostentando as suas condecorações, e trocar ideias e experiências com a nossa Oficialidade, assim como para ouvir o nosso sempre eloquente Presidente de Direcção, Prof. Humberto Nuno de Oliveira nas suas várias intervenções.

PRO PHALARIS LUSITANIUM
Paulo Jorge Estrela
Secretário A.F.P.












martes, 24 de abril de 2012

MEDALLA CONMEMORATIVA DEL BICENTENARIO DE LA REAL Y MILITAR ORDEN DE SAN FERNANDO

Visita hoy "Salón del Trono" nuestro dilecto maestro y amigo, el Dr. Don José María de Montells, para darnos cuenta de una bella e histórica iniciativa de nuestro también admirado amigo Don Alfonso de Ceballos Escalera y Gila, Marqués de la Floresta.



MEDALLA CONMEMORATIVA DEL BICENTENARIO DE LA REAL Y MILITAR ORDEN DE SAN FERNANDO


Por José María de Montells

            Con ocasión de conmemorarse en este año el bicentenario de la Real y Militar Orden de San Fernando, establecida en Cádiz en 1811 por la Regencia y las Cortes Generales para premiar el valor militar en campaña, durante la ausencia y cautividad del Rey Fernando VII, se vienen desarrollando diversos actos (conferencias, publicaciones, un concierto, una futura exposición), que quizá por las actuales circunstancias por las que atraviesa España no están alcanzando la difusión deseable.

            Todo este cúmulo de cosas ha movido a nuestro amigo el Vizconde de Ayala y Marqués de la Floresta, como descendiente directo de numerosos caballeros laureados, a más de reconocido autor de la historia de la Real y Militar Orden, y de asesor oficial de su Cancillería y con la intención de contribuir desde la propia sociedad española a las celebraciones de dicho bicentenario, a disponer la acuñación de una bellísima medalla en bronce, conmemorativa, de la que se han hecho solamente doscientos ejemplares, destinados exclusivamente a Su Majestad el Rey y  Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, Gobierno y altas Autoridades militares,  museos militares y civiles, personalidades, amigos y familiares.

            La medalla muestra en su anverso la Cruz Laureada establecida en 1820, circundada de un verso de Eduardo Marquina: Laureada de San Fernando, no la iguala una corona.





En el reverso, la Gran Cruz Laureada de 1811, con su lema El Rey y la Patria, y la mención del presente bicentenario. Y en el canto, la dedicatoria en latín.




            De esta manera el Marqués de la Floresta, antiguo Oficial de la Armada hoy en la reserva, a pesar de que ya no forma parte de la Administración Pública, confirma su profunda vocación de servicio público, y viene a contribuir otra vez más, y de una manera ciertamente digna de encomio, a la digna celebración de dicho bicentenario de la Real y Militar Orden de San Fernando, y a que su buen recuerdo perdure de tan metálico modo.


               Estuche con la elegante pieza conmemorativa del Bicentenario

lunes, 23 de abril de 2012

23 DE ABRIL: DÍA DEL LIBRO






Don Quijote de La Mancha. Parte Iª. Capítulo 1º


"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase
por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga. En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero; pero que no tenía que ver con el caballero de la ardiente espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porquecon ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir








Escudo de Don Miguel de Cervantes (FUENTE: Blog Dibujo Heráldico que dirige Don Xabi García)

 


de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía y aun a su sobrina de añadidura. En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda: y así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dió priesa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte, y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real, y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría: porque, según se decía él a sí mismo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera que declarase quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entones: pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado, mudase él también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote, de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse don Quijote de la Mancha, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della..."

domingo, 22 de abril de 2012

EL PALACIO BELVEDERE DE VIENA




El Palacio Belvedere es un palacio de estilo barroco situado en la ciudad de Viena (Austria).
El conjunto artístico consta de los dos palacios Belvedere (alto y bajo), convertidos en museo, y de otro llamado Schwarzenberg, transformado en hotel. Los dos palacios principales están unidos por unos jardines que se encuentran divididos en tres niveles que representan diversas alegorías.

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El Belvedere Alto

El palacio se construyó entre 1714 y 1723 para el príncipe Eugenio de Saboya tras su victoria frente a los turcos.
Este príncipe, no muy agraciado físicamente, fue educado en la corte de Luis XIV de Francia, al cual solicitó el mando de un batallón, petición que le fue denegada al no creerlo apto para la carrera militar. Pero Eugenio de Saboya demostraría lo contrario, ya que sería uno de los más brillantes generales austriacos durante las guerras contra los turcos a finales del s. XVII, responsable de la derrota definitiva otomana en la Batalla de Zenta en 1697, además de haber participado en otras guerras y batallas, como la Guerra de Sucesión Española, donde logró importantes victorias.
En 1697 el Príncipe Eugenio adquirió un amplio terreno con jardín y encargó a Johann Lucas von Hildebrandt (1668-1745), autor también de otras grandes obras como el Palacio Schwarzenberg, el Palacio Daun-Kinsky, el Palacio Schlosshof o el Convento Göttweig entre otras, la construcción del Palacio de Belvedere.
El Belvedere Inferior o Bajo Belvedere fue construido entre 1712 y 1716 como residencia de verano del príncipe Eugenio de Saboya. En él destaca la suntuosidad de las antiguas dependencias privadas y de las salas de recepción del príncipe, tales como la habitación dorada, el dormitorio del príncipe, la sala de grutescos y la galería de mármol. Muy notable es también el fresco en perspectiva de la sala central, obra del pintor boloñés Marcantonio Chiarini.
El Belvedere Superior o Alto Belvedere fue construido posteriormente, concretamente entre 1717 y 1723, como pabellón de fiestas del príncipe Eugenio de Saboya. En este palacio ajardinado destacan la elegante Sala Terrena, la Prunkstiege, la suntuosa Sala de Mármol (con el enorme fresco del techo obra de Carlo Carlone), así como las diferentes salas ricamente adornadas con trabajos de estucos y frescos. Aquí es donde Eugenio de Saboya tenía sus famosas colecciones de arte así como su biblioteca. Durante el invierno de 1732-33 la Sala Terrena recibía su aspecto actual; por motivos estructurales (la sala amenazaba con derrumbarse), Hildebrandt tuvo que construir de forma adicional una bóveda con arcos sostenida por cuatro Atlantes.



La Sala Terrena con sus Atlantes

Ambas construcciones barrocas, Alto Belvedere y Bajo Belvedere, se unieron mediante un parque simétrico, diseñado según los modelos franceses e italianos; con sus numerosas esculturas y fuentes, el zoológico, la Orangerie, invernaderos acristalados para plantas exóticas y una gran pajarera, este jardín era uno de los parques europeos más suntuosos del s.XVIII.


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S.A.R. el Príncipe Eugenio de Saboya Carignan

Tras el fallecimiento del príncipe Eugenio en 1736, su sobrina, la Princesa Victoria, heredó el Palacio. Pero ésta no estaba interesada en el mismo y lo vendió, pasando así a manos de los Habsburgo; primero Carlos VI, el padre de María Teresa, adquirió la valiosa biblioteca y la colección de grabados del príncipe Eugenio y, posteriormente, en 1752, María Teresa adquiriría el Palacio en sí. Sería bajo su mandato cuando el Palacio recibiría el nombre de Belvedere (“bella vista”), debido a la estupenda vista panorámica sobre Viena y sobre el propio conjunto del Belvedere que se contempla tanto desde el Belvedere Superior como desde la parte superior de los jardines (la denominación de “Alto Belvedere” y “Bajo Belvedere” no aparecería hasta 1776, cuando la colección de arte imperial se aloja en los edificios).
En un principio los edificios apenas fueron utilizados. En abril de 1770, con motivo del matrimonio entre María Antonieta (hija de Francisco I y María Teresa) y el Delfín francés (futuro Luis XVI), tuvo lugar en el Palacio Belvedere un baile de máscaras que acogió a unos 16.000 invitados. A partir de entonces el Palacio recobró importancia.
A partir de 1776 el Alto Belvedere fue utilizado además como museo, al decidir María Teresa y su hijo el Emperador José II trasladar a él la Galería Imperial de cuadros reales del Stallburg (un ala del Palacio de Hofburg en Viena) al Belvedere Superior.

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Los Jardines del Belvedere Inferior pintados por Canaletto en 1758

Siguiendo los ideales del Absolutismo, la colección imperial debía hacerse accesible al público. Así, en 1781, la galería se abrió finalmente a los visitantes, convirtiéndose en el primer museo público del mundo. Posteriormente, durante las Guerras Napoleónicas, otras colecciones se llevarían al Bajo Belvedere. Éstas se vieron ampliadas a lo largo de los siglos, con obras de la escuela italiana, holandesa, alemana y de la escuela moderna austriaca, así como con las colecciones de monedas y antigüedades y la de arte egipcio, si bien posteriormente, en 1888-89, todas las colecciones imperiales se trasladaron al recién construido Museo de Historia del Arte. Tras el traslado de las colecciones imperiales, los palacios de Belvedere dejaron de ser públicos y se les asignó un nuevo uso.
La única descendiente de María Antonieta y Luis XVI de Francia que sobrevivió a la Revolución francesa, la Princesa Maria Teresa Carlota, desde que contrajo matrimonio en 1799 con el Infante Luis Antonio de Borbón, Duque de Angulema, pasó a vivir en el Palacio.
También, a principios del s.XIX, el Belvedere Inferior se convirtió en la residencia principal de Napoleón en la ciudad de Viena.
En 1896 el emperador Francisco José I decidió que el Belvedere Superior debía convertirse en la residencia de su sucesor al trono, su sobrino Francisco Fernando. Así, el Alto Belvedere fue reformado por Emil von Fösrter a partir de 1897, para el sucesor al trono austriaco, Francisco Fernando de Habsburgo (1863-1914), quien lo convirtió en su residencia; al mismo tiempo el interior del palacio también se vio modernizado, al añadir, por ejemplo, a los muebles barrocos originales, objetos neobarrocos. Francisco Fernando vivió en este palacio desde 1899 hasta su asesinato en Sarajevo en 1914, momento a partir del cual el palacio quedó vacío hasta 1917, pasando, en 1919, a ser propiedad de la República de Austria.

El Belvedere Inferior abrió sus puertas en mayo de 1903 como “Galería Moderna” de Arte. Este museo se concibió como la primera colección estatal de Austria de arte moderno gracias a la iniciativa de la Asociación de Artistas de Austria conocida como la Secesión. El objetivo era poder reunir las obras del arte contemporáneo tanto de artistas locales como de artistas del panorama internacional. De esta manera se adquirieron desde los inicios de la Galería Moderna obras maestras de Van Gogh, Monet y Segantini. La colección pronto se amplió con vistas a albergar obras procedentes de épocas anteriores. De esta manera, el museo pasó a denominarse en 1911 “Galería Imperial”.

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El Belvedere Inferior

El Belvedere Superior se convirtió de nuevo en un museo. A él se llevaron la colección del arte del siglo XIX, siendo los pilares esenciales los trabajos de artistas pertenecientes al movimiento vienés Biedermeier, tales como Ferdinand Georg Waldmüller.


Espléndidos efectos de trampantojo en la decoración al fresco del Belvedere Superior

En el Belvedere Inferior se creó también un Museo Barroco único con obras pertenecientes a los siglos XVII y XVIII.
En la Orangerie podía contemplarse el arte correspondiente al siglo XX, con trabajos de Gustav Klimt y Egon Schiele, entre otros.
Durante la II Guerra Mundial el Alto y el Bajo Belvedere se vieron gravemente dañados, con lo que los museos cerraron sus puertas y los Palacios tuvieron que ser reconstruidos después del conflicto, volviendo a abrir sus puertas en 1953. Durante los años posteriores se incorporaron numerosos trabajos a la colección, que supusieron un punto de inferencia en el arte de Austria.
El 15 de mayo de 1955, en la Sala de Mármol del Alto Belvedere tuvo lugar un hecho histórico; en él se firmó el Tratado de Estado Austriaco o Tratado de Belvedere, por el cual se devolvía la independencia a Austria, significando el final de diez años de ocupación del país por parte de los aliados.




La Sala de Mármol, lugar de la firma del histórico Tratado de 1955



Fuentes y jardines embellecen el recinto palatino del Belvedere


En el Belvedere Superior se puede disfrutar, en la Galería de Arte Austriaco, de una impresionante colección de pinturas imperiales, con las obras pictóricas y escultóricas más destacadas desde la Edad Media hasta la actualidad. De la pintura y escultura de los s.XIX y XX destaca sin duda la colección más grande del mundo de Gustav Klimt, con obras tan famosas como El beso y Judit, aunque también encontramos aquí las mejores obras de Schiele y Kokoscha, destacadas obras de los impresionistas franceses (como Monet y Renoir) y la colección más importante del arte Biedermeier vienés.

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El Beso, de Gustav Klimt