SERVUS HISPANIARUM REGIS



jueves, 11 de septiembre de 2014

11 DE SEPTIEMBRE DE 1714. TRESCIENTOS AÑOS DEL FINAL DE LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA



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De la mano del gran maestro Henry Kamen, un oportunísimo artículo sobre la efemérides nacional de hoy.
ASÍ SE FABRICÓ EL MITO CATALÁN, por Henry Kamen
La Guerra de Sucesión española (1702-1713/14) no es un episodio bien conocido ni siquiera por los estudiantes de Historia. Un conflicto cuyos objetivos iban más allá de los intereses peninsulares y se extendieron al Nuevo Mundo, en el que murieron centenares de miles de personas. También castigó la Península Ibérica, donde fue en cierta forma dinástico pero tenía aspectos de una guerra civil. Ejércitos extranjeros (ingleses y franceses) llegaron a ocupar Madrid y Barcelona, y algunos rincones del territorio español (¡Gibraltar, 1704!) se quedaron para siempre en manos de otros. Territorios de Aragón fueron (1707) integrados permanentemente en la corona. Así nació la España que conocemos hoy, y hay bien documentados estudios históricos que explican lo que pasó durante aquellos años.
¿Qué ocurrió en Cataluña?
Allí, dos siglos después de la guerra, escritores regionalistas redactaron narrativas sobre el cambio en el destino de su país. La contribución más sustancial al mito la hizo Salvador Sanpere i Miquel (1840-1915), un periodista y político con amplios gustos culturales y vasta experiencia. Se le recuerda sobre todo por su monumental trabajo Fin de la nación catalana (1905), que se concentraba en los detalles del asedio de Barcelona de 1714. Escritores subsiguientes de menor consideración confeccionaron una narrativa bastante más incorrecta, y que hoy se repite hasta la saciedad. Según estos, el Estado español, inspirado por una ideología totalitaria, atacó al pueblo de Cataluña. Toda Cataluña se rebeló para defender su constitución. El poder militar, sin ofrecer otra salida, aplastó a los catalanes, abolieron sus leyes democráticas, impuso un régimen de terror y dejó Cataluña en una miseria económica. Se prohibió hablar o escribir en catalán.
Toda esta versión, y también el concepto de una rebelión popular, es incorrecta. La enérgica resistencia de Barcelona a los ataques de la marina británica en septiembre de 1705 demostraba que los catalanes no estaban, bajo ningún concepto, en favor de la rebelión contra su rey Felipe V. Aún así existía la semilla del descontento. El compromiso catalán por la causa de los británicos adquirió mayor relieve con un acuerdo que hubo en Génova en junio de 1705 entre un pequeño grupo de catalanes descontentos y agentes de la corona británica. A cambio del apoyo de los catalanes a Carlos III, el candidato austriaco a la corona española, los británicos les abastecerían con hombres y armas, y protegerían los fueros de Cataluña.
Aquellos que decidieron el acuerdo de 1705 no hablaban de ninguna manera en nombre de todos los catalanes. La gente en Cataluña, al igual que en otras partes de la Península difería en sus opiniones sobre la discusión en pro de apoyar a Felipe V o al archiduque. Barcelona guardaba buenos recuerdos de la visita que Felipe hizo en 1701, cuando las Cortes lograron concesiones del rey que fueron «las más favorables que había conseguido la provincia».
Guerra de Sucesion Guerra de Sucesion
Pero en ciertas partes de la provincia había un fuerte sentimiento antifrancés, arraigado en experiencias de anteriores décadas, tanto entre la élite como entre la gente común. Además, todavía reverberaban ecos de pasados conflictos sociales.
El asedio de Barcelona en 1714, que conmemora este año tres siglos, es el centro del mito y en ello podemos enfocar un breve comentario. «¿Toda Cataluña se rebeló?». «Cataluña toda», escribió el historiador catalán Víctor Balaguer en el siglo XIX, «se declaró contra Felipe V». Balaguer fue el historiador oficial de Cataluña, pero era sobre todo poeta, y su historia es fundamentalmente una compilación de imaginaciones románticas. La afirmación de un levantamiento nacional contra Castilla no tiene ningún fundamento. Como en los otros reinos de la corona de Aragón, una buena parte de la clase alta -en Barcelona, Tortosa, Reus y otros pueblos- favorecía el régimen existente (de Felipe V).
Pero no decidieron hacer nada hasta que los acontecimientos militares les forzaron a ello. En cambio, hubo conflictos entre los mismos catalanes. «Todo el Principado», observaba el historiador San Felipe, testigo ocular de los hechos, «se levantó en armas contra sí mismo». Lo que tuvo lugar en Cataluña fue una división civil, más que un rechazo a la monarquía española. Muchos catalanes huyeron del territorio cuando los rebeldes se hicieron con él. Hubo una Cataluña borbónica (Cervera, Berga, Manlleu, Ripoll, Centelles) como también un Aragón y una Valencia borbónicas.
Las oscilaciones de la guerra en el ámbito hispánico son bien conocidas. Barcelona fue finalmente tomada por los austracistas en septiembre de 1705, y salieron de la ciudad 6.000 catalanes borbónicos. La historia nacionalista guarda un discreto silencio sobre todos aquellos catalanes que no estaban dispuestos a tolerar al nuevo rey impuesto por los ingleses.
En ningún momento hubo un apoyo unánime o mayoritario en Cataluña a favor del archiduque. El último episodio de la guerra, el asedio de Barcelona, tiene una historia diferente a la del resto del principado. La mayor parte de Cataluña había sido recuperada bastante tiempo atrás: Lleida se recobró en 1707, Tortosa en 1708, Girona en 1711. Desde finales de 1712 la cuestión por lo que a Barcelona se refería era si se rendiría, tal y como esperaban tanto los franceses como los aliados, o si resistiría hasta el final.
¿Fue inevitable la abolición de las leyes catalanas?
Los privilegios de Lleida no se habían tocado cuando se recuperó la ciudad en 1708. Y aún más llamativo: cuando el duque de Noailles ocupó Girona, en 1711, confirmó expresamente los privilegios de la ciudad. Y ¿qué hay de la actitud de los supuestamente totalitarios franceses? En agosto de ese año, Luis XIV también aconsejó al rey que tratara a los catalanes con clemencia, para alcanzar unas condiciones razonables en la capitulación, y que mantuviera las leyes municipales y las instituciones de Cataluña.
Fue Barcelona misma la que provocó la abolición. En una sesión especial de las Corts, en junio de 1713, dos de los tres braços -una mayoría- votaron en primera ronda a favor de la rendición. Tras las alegaciones y las subsiguientes votaciones, dos de los braços finalmente votaron a favor de la resistencia y la lucha, y se le declaró la guerra a Felipe V el 9 de julio de 1713. Fue esta votación insensata la que decidió la suerte de Barcelona. Por aquellas fechas casi toda Cataluña había aceptado al rey borbón de España. «Los representantes de Bages, Ripoll, Camprodón, Olot y más de 40 ciudades fueron a comunicar su rendición a los gobernadores de Girona, Tarragona y Tortosa», informaba un testigo. Mataró también comunicó su lealtad al rey borbón por aquellas fechas, y Vic lo hizo en agosto. La historia nacionalista ha omitido cuidadosamente estos detalles y los nombres de estas ciudades.
La ilustración, Apertura de la zanja, realizadas por Jacques Rigaud,...
Imagen del asedio borbónico a Barcelona
¿De verdad Barcelona fue unánime en su decisión de resistir?
Es el momento de considerar el papel que tuvo la parte de Barcelona que no apoyó la rebelión. Se trata, efectivamente, de la rebelión desólo una sección de la élite de Barcelona, y mucho menos de toda Cataluña. El abad de Montserrat confirmó su lealtad al rey en esa coyuntura, una prueba significativa de la profunda división de opiniones entre los mismos catalanes. Un testigo dentro de la ciudad recordaba: «A principios de septiembre había grandes divisiones en Barcelona, porque se sospechaba que el comandante de Montjuic estaba a punto de rendir la ciudad a las tropas del rey de España, así que los rebeldes ordenaron que lo decapitaran». «Muchos ciudadanos, temerosos de lo que pudiera ocurrir, tomaron medidas para huir secretamente a Génova, donde ya habían enviado sus pertenencias más valiosas».
De hecho, Barcelona fue responsable de su propia destrucción. El cerco había costado más vidas de las que el duque de Berwick consideraba como aceptables. En sus Memorias estimaba quehabían muerto 6.000 defensores, pero también calculaba que su propio ejército había perdido 10.000 hombres. Enfadado por la inutilidad de tantas muertes, cuando la ciudad estaba al alcance de sus manos no se consideró obligado ante las posibilidades de una capitulación.
¿Eran separatistas los rebeldes?
De ninguna manera. Los rebeldes de 1714 eran firmes partidarios de la unidad de España, que ellos entendían que representaba el reconocimiento de un rey (el austriaco Carlos III) y de una nación con comunidades autónomas que preservaban sus constituciones históricas. En las últimas fases de la defensa de Barcelona las autoridades hicieron un llamamiento al pueblo para que luchara «per son honor, per la pàtria i per la llibertat de tota Espanya». La pàtria se veía como una entidad integrada en el contexto de Espanya. Los catalanes rebeldes luchaban por una España libre, no por su independencia de España. Pero al mismo tiempo luchaban por sus propias leyes, como dejaron claro en los últimos intentos de negociación con Berwick.
La distorsión de aquellos principios, como si los rebeldes estuvieran apoyando la formación de una república (idea programática de ERC) o una república escindida (como supone CiU), demuestra el irresponsable cinismo habitual del comportamiento de los políticos. Ni 1714 dio nacimiento a ningún fervor nacionalista, ni de allí nació ninguna ideología separatista.
En ningún momento y por ningún aspecto puede deducirse que los rebeldes de Cataluña entendieran que había una divergencia entre sus intereses y los de España: continuaban compartiendo ideas,aspiraciones y la vida social y económica de la vieja España que siempre habían conocido. La tensión entre España y Cataluña condujo a un proceso de formación mitológica que aún sigue activo a día de hoy. En resumen, el modo en que podemos observar el pasado de Cataluña en las primeras décadas de la época moderna ha quedado profundamente afectado por los mitos que se inventaron posteriormente, en el siglo XX.
El año 1714 fue una época de grandes penurias para todos, y no sólo para los rebeldes catalanes: fue un tiempo de sufrimiento para los exiliados castellanos y para los soldados alemanes en Barcelona, que lucharon contra la dinastía borbónica; para los ciudadanos que no deseaban luchar pero que fueron obligados a combatir y morir por la implacable decisión de la Generalitat; para los miles de soldados pertenecientes a las tropas francesas que dieron sus vidas innecesariamente, cuando una rendición habría impedido que se provocara aquella tragedia.
Pero algo crucial había ocurrido en la relación entre España y Cataluña: los lazos, a veces complejos y difíciles, pero también cordiales, que habían unido sus destinos durante siglos se tensaron hasta casi romperse.
Políticamente unida a España en las nuevas circunstancias tras 1714, Cataluña fue obligada a mirar a Madrid para buscar respuestas; dominada por una élite gobernante que estaba empezando a desvincularse de sus raíces culturales y regionales, el principado tenía que buscar urgentemente nuevos horizontes.
Henry Kamen

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