SERVUS HISPANIARUM REGIS



sábado, 16 de julio de 2016

VACACIONES EN "SALÓN DEL TRONO"

QUERIDOS AMIG@S Y SEGUIDORES:

Bien entrados los rigores del estío, "Salón del Trono" cierra sus puertas hoy, 16 de julio, y las volverá abrir, Dios mediante, el próximo día 3 de septiembre.
Deseamos a todos aquellos quienes, dentro y fuera de nuestras fronteras, se acercan a esta estancia virtual dedicada a la Historia, la Falerística, la Heráldica, la Nobiliaria y las Órdenes y Corporaciones Caballerescas; disfruten de un muy feliz verano.
Muchas gracias por su fidelidad, colaboración y simpatía.
Son todos ustedes quienes hacen posible este sueño virtual.

Como en años anteriores, en julio y agosto, queda abierto nuestro "Buzón de vacaciones", para aquellas noticias que no pueden esperar.
Les emplazamos pues, al mes de septiembre, para comenzar una nueva temporada de este su Blog, que buscará durante este tiempo nuevas fuentes de inspiración allá donde sus pasos le lleven.
Un afectuoso y caballeresco saludo.

jueves, 14 de julio de 2016

LA ACADEMIA CRUZADA DE LA MILICIA DE TIERRA SANTA


La Milizia di Terra Santa, fue fundada en Roma el 27 de mayo de 1948 por iniciativa de un grupo di caballeros italianos. Ese 27 de mayo, solemnidad de Corpus Christi, el Reverendísimo Padre Giulio Zanella OFM, Delegado de Tierra Santa en Roma, concedió a la Milicia su primer Estatuto.
Los fines fundacionales de la Milicia de Tierra Santa fueron estos: tutelar la perfecta conservación y santidad del Santo Sepulcro y de los Santos Lugares, de los horrores de la guerra, de las destrucciones y de las profanaciones. No olvidemos que en aquellos momentos se vivían las consecuencias bélicas de la declaración de independencia del Estado de Israel y su enfrentamiento armado con árabes y palestinos.
Habiendo languidecido su actividad, se decidió crear, desde la propia Milicia, una institución que renovara y actualizara sus objetivos, naciendo la Academia Cruzada de la Milicia de Tierra Santa.
Sus fines actuales son los siguientes
1. Hacer revivir, en íntima unión con la Milicia de Tierra Santa, las tradiciones culturales de la Caballería; a través de estudios y acciones culturales que contribuyan al mejor conocimiento del Santo Sepulcro y de los Santos Lugares, salvaguardándolos de los horrores de la guerra, de la destrucción y de la profanación; propagar en el mundo la Santa Fe de la Iglesia Católica Apostólica Romana, trabajando en unión con todos los cristianos y bajo la legítima autoridad del Romano Pontífice.
2. Reunir a los estudiosos de la Historia, la Heráldica, la Genealogía, el Derecho Nobiliario y la órdenes de Caballería, con el fin de favorecer el intercambio de ideas, de informaciones y noticias. Desarrollar e incentivar los estudios históricos, heráldicos, genealógicos, de Derecho Nobiliario, de Historia Medieval y de las Órdenes de Caballería.
3. Colaborar con todos los hombres y organismos de buena voluntad para construir un un mundo más humano y más cristiano.
4. Incrementar los estudios de las diferentes disciplinas humanísticas y científicas y promover el progreso de los pueblos fundamentado en los valores de la verdad, la justicia, el patriotismo, la libertad; todo ello desde el camino y la experiencia de la Fe. La Academia se ocupará de la organización de exposiciones, encuentros, cursos, debates, conferencias, seminarios de estudio, apoyando todas aquellas iniciativas que supongan mejora en el desarrollo cultural.
5. Crear e impulsar cursos, premios, concursos y otras iniciativas que sirvan para estimular un sano espíritu de investigación y creación científica y artística.
6. Poner en valor las obras y estudios de los propios Académicos, favoreciendo activamente los contactos, e intercambios con otras instituciones culturales de relevancia nacional e internacional, con el fin de favorecer el conocimiento y la colaboración entre los más notables estudiosos.
7. Encargarse de la publicación de un Boletín Oficial propio y realizar otras iniciativas editoriales de interés cultural.
8. Ayudar a los necesitados, a las misiones y a las escuelas católicas, especialmente a las de Oriente, así como a cualquier otra obra de alto interés tanto civil como social.
9. Ayudar a las personas con pocos recursos económicos pero deseosas de formación, a poder afrontar sus estudios, singularmente a huérfanos, hijos de familias en exclusión social o en riesgo de la misma.
10. Gestionar las residencias y casas de reposo creadas para los Académicos y simpatizantes.

Estatuto original

El ingreso está abierto a personas mayores de edad, de ambos sexos, de cualquier nacionalidad, que estén en posesión de los requisitos de mérito y de moralidad civil y religiosa requeridos.
Aspirar al título de Académico significa, en primer lugar, ver reconocido formalmente el propio esfuerzo en la divulgación de los valores en los que la Academia se inspira: el progreso de los pueblos, el recate de la ignorancia, del vicio, de la esclavitud en todas sus formas, la defensa de la Religión Cristiana, de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, el patriotismo, el valor imprescindible de la cultura contra cualquier superstición, egoísmo, odio y racismo. 
Cada miembro se compromete a trabajar en estos campos, en primera persona y por su honor; ya que el honor individual es el fundamento en el que se apoya toda la Academia.

Los Académicos se dividen en: Académicos Honorarios y Académicos de Clase.
A su vez, los Académicos se integran en sus disciplinas de referencia profesional por secciones: Letras Clasicas y Modernas, Ciencias Físicas, Matemáticas, Ciencias Naturales, Filosofía, Teología, Historia, Derecho, Bellas Artes, Música Instrumental y Vocal.


Para más información: accademiacrociata@libero.it

lunes, 11 de julio de 2016

EL CONCILIO VATICANO I (1869-1870)

Pio9vat1.jpg
Grabado mostrando una sesión del Concilio Vaticano I
En un principio, no parecía necesario un nuevo concilio para afrontar asuntos no tratados en el célebre Concilio de Trento (s.XVI),  por lo que cuando el papa Pío IX convocó el Concilio Vaticano I causó sorpresa y hasta extrañeza. El 8 de diciembre de 1864, el Papa, al concluir una reunión de la Congregación de Ritos, hizo salir a quienes no eran cardenales y preguntó a estos sobre la posibilidad de convocar un concilio: 15 de 21 se manifestaron a favor. Luego hizo una consulta a todos los cardenales y a 36 obispos.
La situación de los Estados Pontificios en ese momento histórico no era la mejor, y varios cardenales mostraron sus dudas sobre la oportunidad de la celebración de un concilio. Sin embargo, otros –como el Cardenal Reisach, el entonces obispo Manning y el obispo Dupanloup, apoyaron la iniciativa. El Papa Pío IX anunció públicamente su intención de convocar un concilio el 26 de junio de 1867 e hizo la convocatoria oficial el 29 de junio de 1868 con la bula Aeterni Patris. Al momento se crearon cinco comisiones que comenzaron la preparación de los esquemas para los documentos y a consultar los temas que debían tratarse. Las áreas de las cinco comisiones eran: doctrina, disciplina, vida religiosa, misiones y Oriente, y los temas político-religiosos. Al inicio estas comisiones estaban formadas solo por clérigos de Roma, pero luego, debido a las quejas que esta decisión hizo surgir, se varió su composición e incorporaron a los más ilustres teólogos del tiempo con algunas excepciones importantes como newman y Döllinger. Al concluir sus trabajos, estas comisiones habían elaborado 50 esquemas bastante heterogéneos. Al P. Hefele le fue confiada la elaboración de un reglamento para el concilio que fue publicado a fines de noviembre de 1869.
Desde el inicio se conocía que la infalibilidad del Papa sería el argumento principal de este concilio, de manera que la nueva doctrina reforzaría la autoridad pontificia. Sin embargo, se produjeron diversos casos de contestación incluso antes de la celebración del concilio. Así 14 de los 20 obispos alemanes reunidos en Fulda, en septiembre de 1869, redactaron una nota que enviaron al Papa en la que solicitaban que el tema de la infalibilidad no se tratase. También causó fuertes debates la idea de que el concilio apoyara y promoviera la acción contra los así llamados «errores modernos» que el Papa Pío IX venía haciendo, y suscribiera en el famoso Syllabus.
Eclesiásticos llegados a Roma para participar en el Concilio
Los trabajos del concilio comenzaron el 8 de diciembre de 1869. A diferencia de los concilios generales anteriores, los jefes de Estado no fueron invitados a participar y solo los obispos, los superiores generales de órdenes religiosas y monásticas y los abades nullius gozaban de voto deliberativo. Se invitó a participar a los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa y a los líderes de denominaciones protestantes, pero ambos rechazaron la invitación alegando que la forma usada para ello, les denigraba.
El reglamento no consideraba la posibilidad de largas discusiones sobre los esquemas ni la posibilidad de que hubiera una gran cantidad de votos negativos a las propuestas preelaboradas. Al comienzo, el programa de temas a tratar era muy extenso. Preponderó la necesidad de hablar más de la Iglesia. También era necesario hablar de la relación entre fe y razón por ser un tema relevante en aquellos tiempos y el desafío que esto suponía para la Iglesia, al igual que otras teorías científicas como el evolucionismo, que parecían cuestionar las doctrinas cristianas tradicionales. Otro tema a tratar era la acción misionera católica de la época.
El 10 de diciembre de 1869 se indicó la composición de la diputación de postulados, encargada de recibir las propuestas de temas a tratar por el concilio. El 14 de diciembre comenzaron las votaciones para fijar las comisiones de trabajo. El 28 de diciembre comenzó la discusión del esquema doctrinal elaborado por el P. J.B. Franzelin y que fue ásperamente criticado por su carácter demasiado académico, impropio de un concilio. Desde el 6 de enero se discutieron otros esquemas como el relativo a los obispos y al clero diocesano así como el que proponía la elaboración de un nuevo y único catecismo. Todos fueron rechazados y volvieron a sus respectivas diputaciones sin que para el 22 de febrero de 1870 nada hubiese sido aprobado.
Durante el concilio y visto el tenor de las discusiones, se hizo necesario cambiar el reglamento para adaptarlo a la posibilidad de mayor libertad a la hora de rechazar y ampliar los documentos propuestos por las comisiones preparatorias. Así las discusiones se centraron rápidamente en los dos temas principales: la infalibilidad pontificia y las relaciones entre fe y razón.
S.S el Papa Pío IX
En el concilio el grupo contra la infalibilidad estaba compuesto por los obispos de Austria-Hungría, la mayoría de los de Alemania y el 40% de los de Francia. Estos se organizaron y formaban más o menos un quinto de los padres conciliares. Los a favor eran los obispos de Estados Unidos e Italia, con algunos nombres conocidos como Manning, Dechamps y Senestrey, obispo de Ratisbona. El Papa al ver estas dificultades decidió retirar del esquema sobre la iglesia católica cualquier mención al tema de la infalibilidad, pero los obispos lo convencieron de añadirlo en marzo de 1870. Así se presentó a discusión el que iba a ser el capítulo XI del esquema sobre la Iglesia y que a petición de la mayoría fue el primero en tratarse en aula. Entonces se hizo una nueva redacción del capítulo, más amplio (llegaron a ser cuatro capítulos: institución del primado, perennidad del primado, el primado de jurisdicción y la infalibilidad) y con vistas a publicarlo como una constitución independiente. También se adaptó la normativa del concilio permitiendo que los documentos fueran aprobados por mayoría simple y no por la unanimidad tradicional, lo cual generó nuevas discusiones dentro y fuera del concilio.
Las discusiones, por orden del Papa, debían mantenerse en secreto pero de todos modos iba saliendo información a la opinión pública debido a la expectación y a la ausencia de comunicados oficiales. Entonces, las discusiones sobre la infalibilidad llegaron a los medios de comunicación de masas. Louis Veuillot y los redactores de la Civiltà Cattolica se pusieron a favor de la infalibilidad. Dupanloup, Gratry y Döllinger seguían sus publicaciones de naturaleza histórica y dogmática contra la infalibilidad. En realidad se trataba de tres grupos: los contrarios al dogma en cuanto tal, los que no lo consideraban oportuno y los que estaban a favor del dogma.
El Papa Pío IX saluda a los fieles de la ciudad de Frosinone
Por otro lado, se supo que el esquema sobre la Iglesia Católica retomaba y confirmaba las enseñanzas de los católicos en relación con los dos poderes, espiritual y temporal, sin considerar el cambio de las estructuras políticas y sociales de Europa. Esto generó una serie de protestas por parte de los gobiernos de Austria y Francia.
Sin embargo, las discusiones más ásperas seguían siendo las relativas al capítulo sobre la infalibilidad. Desde 13 de mayo al 6 de junio se discutió sobre el documento completo sin llegar a ningún consenso aunque sí se lograra en relación al primado de jurisdicción. Los miembros de la comisión explicaron a los padres conciliares que el dogma de la infalibilidad se contenía en la reflexión sobre la Iglesia Católica y que no era algo «personal» del Papa sino en vistas a su función dentro de ella. Luego se comenzó a discutir, hasta el 13 de julio sobre cada parte del documento. El Papa Pío IX manifestó a sus colaboradores que buscaba una definición extensa que no solo tuviera en cuenta las definiciones pontificias ex cathedra y contaba con el apoyo de los jesuitas y del Cardenal Manning. Pero la asamblea conciliar se opuso a esto y se discutió solo si sería necesario el consenso explícito de los obispos para que una decisión papal fuera infalible.
Finalmente el 13 de julio se votó la constitución. Los resultados fueron:
  • 451 placet
  • 88 non placet
  • 62 placet iuxta modum
  • 50 no se presentaron
La discusión sobre la necesidad del consenso de los obispos se prolongó con diversas vicisitudes. Varios obispos se presentaron al Papa para pedirle que cediera en este punto pero no obtuvieron respuesta favorable. Entonces unos días antes de la votación definitiva, 55 padres conciliares enviaron una carta al Papa comunicándole su decisión de no participar en esa sesión: estos obispos se retiraron inmediatamente de Roma. El 18 de julio se votó la constitución y obtuvo 533 votos a favor de 535 aun cuando fue solicitado el cambio del título del capítulo y de De Romani Pontificis infallibilitate quedó en De Romani Pontificis infallibili magisterio
Medalla conmemorativa del Concilio Vaticano I
www.ebay.it. antico presidio
A fines del mes de diciembre de 1869 se discutió la condena al racionalismo. El esquema propuesto, que había sido redactado por los padres Franzelin y Clement Shraeder, fue rechazado. Entonces se encargó a otros sacerdotes, los padres Kleutgen y Dechamps la elaboración de un nuevo esquema llamado De fide catholica. La discusión se prolongó hasta el 6 de abril de 1870 y se aprobó la Constitución Dei Filius seis días después.
En ella se afirma que la razón puede por sí sola conocer con certeza la existencia de Dios y algunos de sus atributos, pero que las fuerzas naturales de la razón son insuficientes para descubrir los misterios divinos como la Trinidad, la Encarnación, la Redención, etc., por lo cual subraya la necesidad e importancia de la Revelación divina. Se trata además de la doble naturaleza de la fe como virtud infusa y al mismo tiempo libre adhesión de la inteligencia a Dios mismo. Finalmente se condenan los diversos errores del ateísmo, del materialismo, del panteísmo, del racionalismo, del tradicionalismo fideísta.
Así pues los principales trabajos del Concilio Vaticano II se pueden resumir de la siguiente manera:

  • Primera Sesión: celebrada el 8 de diciembre de 1869 con el Decreto de apertura del concilio.
  • Segunda Sesión: celebrada el 6 de enero de 1870 con la Profesión de Fe.
  • Tercera Sesión: celebrada el 24 de abril de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución Dogmática Dei Filius sobre la fe católica.
  • Cuarta Sesión: celebrada el 18 de julio de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución Dogmática Pastor Aeternus sobre la Iglesia de Cristo que declara el dogma de la infalibilidad papal.

  • Desde el inicio el concilio fue amenazado por dos conflictos inminentes: el franco-prusiano y el hecho de que Roma estaba rodeada por el ejército italiano para incorporar la Ciudad Eterna al proceso de unificación de Italia.
    Pioixblesstroup.jpg
    El Papa Pío IX bendice a los Ejércitos Pontificios el 25 de abril de 1870
    El 19 de julio de 1870, un día después de la aprobación de la Pastor Aeternus, se desencadenó la guerra entre Francia y Prusia. Los obispos entonces decidieron abandonar la ciudad de Roma. El 20 de septiembre la ciudad fue ocupada por las tropas de Víctor Manuel II (dado que las francesas que defendían al Papa habían salido de la ciudad para participar en la Guerra Franco-prusiana). Pío IX suspendió los trabajos del concilio el 20 de octubre de 1870 siguiente por medio del breve Postquam Dei munere, sin indicar una fecha de reinicio de los trabajos conciliares. En la práctica el concilio nunca se concluyó.
    20 de septiembre de 1870, los bersaglieri asaltan la brecha de la Porta Pía. El fin de los Estados Pontificios había llegado

    sábado, 9 de julio de 2016

    PRÓXIMO ARMORIAL DE LA ORDEN DE SAN LÁZARO



    La Orden de San Lázaro de Jerusalén y su Gran Priorato de España publicarán próximamente un libro con su Historia y en el que se añadirá un apartado heráldico con las armas y un pequeño historial nobiliario de los Caballeros y Damas del Gran Priorato de España.

    Se trata de una obra única y de gran importancia desde el punto de vista histórico para la Orden.

    Además de aparecer en el libro, y con la ventaja añadida que cada Caballero dispondrá de su propio apartado individual y personalizado, recibirá su escudo en formato digital y en una carpeta, junto al certificado del registro en el Archivo de la Orden, firmado por el Juez de Armas, don José María de Montells y diseñado por don Fernando Martínez Larrañaga.


    La Cancillería del Gran Priorato de España insta a todos los Caballeros y Damas a participar en dicho proyecto y contribuir con sus armas y la relación de datos personales, para hacer de esta magna obra el referente obligado de la heráldica de nuestro país.

    Las Damas o Caballeros que no dispongan de escudo de armas, pueden ponerse en contacto con la Cancilleria de la Orden de San Lázaro con el objetivo de proceder a su diseño y a la correspondiente certificación por parte del Juez de Armas. Para ello deberán contactar con el mail de la Cancillería del Gran priorato de España: cancilleria@gpesanlazaro.com

    viernes, 8 de julio de 2016

    REINAS CONSORTES DE ESPAÑA (X): MARÍA CRISTINA DE BORBÓN- DOS SICILIAS

    Coat of Arms of Maria Christina of the Two Sicilies, Queen Consort of Spain.svg
    Armas de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias como Reina Consorte de España
    Diseño: Heralder

    La figura histórica que glosamos hoy tiene una doble vertiente, pues fue Reina Consorte de España entre 1829 y 1833 y Reina Regente entre 1833 y 1840; hablamos de: María Cristina de Borbón-Dos Sicilias.
    María Cristina nació en Palermo el 27 de abril de 1806. Sus padres fueron Francisco I de las Dos Sicilias (1777-1830), Rey de las Dos Sicilias entre 1825 y 1830 y la infanta María Isabel de Borbón (1789-1848), hija de Carlos IV de España. 
    Contrajo matrimonio en Aranjuez el 11 de diciembre de 1829 con su tío Fernando VII, convirtiéndose en reina de España. De esa unión nacieron dos hijas: la Princesa de Asturias, Isabel y la Infanta Luisa Fernanda.
    Su venida a nuestra Patria llevó aparejado el inicio del camino hacia la transformación del sistema absolutista en otro liberal, apoyando siempre María Cristina la causa del liberalismo moderado.
    María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, reina de España.jpg
    La Reina María Cristina en 1830. Retrato de Vicente López
    Fernando VII murió en 1833, nombrado en su testamento a María Cristina como Gobernadora del Reino, cargo en el que sería confirmada por las Cortes constituyentes en 1836. 
    El 28 de diciembre de 1833, viuda ya de Fernando VII, María Cristina contrajo, en secreto, matrimonio morganático con un sargento de su guardia de corps, Fernando Muñoz Sánchez. Esta relación no fue bien vista por la sociedad de la época. El sacerdote recién ordenado Marcos Aniano González, amigo del novio, celebró el enlace y siguió íntimamente ligado a la familia durante casi tres lustros en tanto que capellán de Palacio y único confesor de María Cristina.
    La Reina Gobernadora actuó como Regente, en nombre de su hija Isabel II, entre 1833 y 1840 Durante este tiempo autorizó la creación del Estatuto Real (1834), la Desamortización de Mendizábal (1835), el restablecimiento de la Constitución de 1812 en 1836 y la sanción de la Constitución de 1837. Realizó contribuciones sociales, como el auxilio que procuró a la costa onubense en 1834 después de una epidemia de cólera. En agradecimiento, el ayuntamiento de la Real Isla de la Higuerita solicitó y obtuvo su cambio de denominación a Isla Cristina.
    En esos años España se desangraba en una cruel guerra civil, la Primera Guerra Carlista (1833-1840), iniciada por los partidarios de su tío y cuñado el Infante Carlos María Isidro de Borbón, quien, negándose a acatar la Pragmática Sanción de 1830, nuevamente restablecida en 1833, afirmaba ser el legítimo heredero al trono.
    La reina María Cristina y su hija Isabel II pasando revista a las baterías de artillería que defendían Madrid en 1837 (Museo del Prado).jpg
    Revista de la Reina Regente e Isabel II a las baterías liberales que defendían Madrid de la Expedición Real carlista en 1837. Óleo de Mariano Fortuny
    Aún triunfante en el conflicto sucesorio, tras varios intentos fallidos de conciliar las tendencias políticas entre progresistas y moderados, María Cristina se vio obligada a ceder la regencia al general Baldomero Espartero y exiliarse. Salió del país el 17 de octubre de 1840 en el vapor "Mercurio". Aún así, desde Marsella anunció que había sido forzada a renunciar y se trasladó a Roma, donde el papa Gregorio XVI le dio la bendición a su matrimonio morganático. 
    Finalmente se instaló en París, gracias al apoyo financiero del conde de Luzárraga, y desde allí intrigó —junto a sus más fieles— contra el gobierno esparterista hasta su derrocamiento y posterior proclamación de la mayoría de edad legal para reinar (se adelantó con 13 años) para su hija Isabel II. Una de las cuestiones más importantes durante este periodo fue la educación de las princesas, en una pugna entre el personal de la casa real impuesto por Espartero y el resto, proclive a la regente, como fue la marquesa de Santa Cruz.
    La Reina María Cristina retratada por Winterhalter en 1841
    En febrero de 1844 volvió a Madrid y se instaló en el palacio de las Rejas, desde donde intentó controlar la política de su hija. En 1846, la reina participó en un intento de restauración de la monarquía en Ecuador a petición expresa del presidente Juan José Flores.
    Junto a su marido, inició negocios relacionados con la sal, el ferrocarriol y el comercio de esclavos, en los que también participaba Narváez— y se decía que «no había proyecto industrial en el que la Reina madre no tuviera intereses.» Como consecuencia, María Cristina se ganó la antipatía del pueblo, avivada por su yerno, y en 1854 fue expulsada de España al triunfar la Revolución de corte liberal progresista. Su palacio madrileño fue asaltado y se le retiró la pensión vitalicia que le habían concedido las Cortes.
    Permaneció en Francia el resto de su vida y solo volvió a España cuando su nieto Alfonso XII ocupó el trono, si bien con la limitación de no poder instalar su residencia definitiva en el país. Como curiosidad, cabe destacar que ni su hija ni su nieto tuvieron buena relación con ella, debido a que no vieron con buenos ojos su segundo matrimonio.
    Fotografía de la Reina María Cristina en su exilio francés (1870)
    Murió en el exilio, en la localidad francesa de Sainte-Adresse, el 22 de agosto de 1878.
    Sus restos fueros traídos a España para recibir definitiva sepultura en el Panteón de Reyes del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. 

    jueves, 7 de julio de 2016

    100 AÑOS DEL SOMME y (II)

    Muerte y desolación en el Somme
    El 14 de julio de 1916 (Aniversario de la toma de la Bastilla), el 4.º Ejército se encontró preparado para reanudar la ofensiva en el sector sur. La que posteriormente sería conocida como la batalla de Bazentin, tenía como propósito la captura de la segunda línea de defensa alemana situada entre Pozières, en la carretera de Albert-Bapaume, y los pueblos de Guillemont y Guinchy. El grueso del ataque se concentró en las poblaciones de Bazentin le Petit, Bazzentin la Grand y Longueval, todas ellas junto al bosque de Elville. Más lejos, al otro lado de la línea de colinas, se encontraba el bosque alto de Bazentin.
    Existe un gran contraste entre la preparación y ejecución de este ataque y el que tuvo lugar el 1 de julio. La ofensiva de Bazentin fue iniciada por cuatro divisiones que avanzaron a lo largo de un frente de 4,5 km a partir de las 03:25 de la madrugada, después de que la artillería aliada abriera fuego por sorpresa sobre las líneas alemanas y mantuviera el bombardeo durante 5 minutos. La marcha fue encabezada por la 21.ª División, que se dirigió en línea recta hacia Bazentin le Petit a través de la tierra de nadie, pero siempre manteniéndose bajo la protección de la artillería amiga. Ésta, mientras tanto, bombardeaba de forma constante el terreno situado justo en el avance de la infantería, formando una cortina de humo y barro que eliminó la escasa visibilidad que se podía encontrar durante la noche y al alba, e impidió que los alemanes pudiesen localizar las tropas contrarias. Esto permitió a la 7.ª División tomar tres complejos de trincheras alemanas junto al bosque de Bazentin le Grand, desde donde se dirigió hacia Bazentin le Petit junto con la 21.ª División. Este pueblo cayó hacia las 9.00 de la mañana.
    Ataque sobre Bazentin le Petit
    Mientras tanto, la 9.ª División (compuesta por escoceses y en menor medida sudafricanos) conquistó Longueval y avanzó hasta los límites del bosque de Elville, donde tuvo que detenerse al ser incapaz de vencer la resistencia alemana en la granja Waterlot. La peor parada fue la 3.ª División, que intentaba alcanzar Bazentin le Grand desde Montauban. En este caso, los alemanes decidieron impedir la ofensiva abandonando sus puestos y enfrentándose cara a cara contra los batallones de apoyo en plena tierra de nadie. En el 7.º Batallón, la cifra de bajas llegó a los doscientos soldados y ocho oficiales. Finalmente, la 18.ª División capturó el bosque de Trônes.
    Esta primera fase exitosa concluyó a media mañana con la toma de todos los objetivos planeados y una nueva abertura en las defensas alemanas, pero al igual que el 1 de julio, los británicos fueron incapaces de explotar esta ventaja como era debido. El siguiente movimiento fue una carga de caballería (la primera de la batalla) formada por la 7.ª  de Dragones de la Guardia y el 2.º de Caballería del Decán, que intentó conquistar el bosque alto. Esta posición podía haber sido tomada por la infantería a primera hora de la mañana, pero cuando la caballería estuvo preparada para hacerlo, los alemanes ya habían tenido tiempo de reorganizarse y opusieron una encarnizada resistencia. Aunque los jinetes consiguieron adentrarse en el bosque durante la noche del 14 de julio, no pudieron hacerse con el control total del mismo y tuvieron que evacuarlo al día siguiente.
    Caballería del Decán (India Británica) preparada para la acción
    Los combates en este bosque, así como en el de Elville y en torno a Longueval, se prolongaron durante varios días. En la noche del 22 al 23 de julio, Rawlinson lanzó un nuevo ataque a gran escala, que falló debido a que los alemanes habían desarrollado una nueva estrategia de defensa más flexible, que pudo sobreponerse a los ataques de la artillería británica.
    En el sector norte no se consiguió un progreso apreciable durante las primeras semanas de julio. Ovillers, justo al norte de la carretera de Albert a Bapaume, no cayó hasta el 16 de julio. Desde aquí se abría la posibilidad de atacar las defensas alemanas del sector norte desde uno de los flancos; para ello era imprescindible la toma del pueblo de Pozières.
    Éste se encontraba junto a la carretera de Albert-Bapaume, a su paso por la cresta de la cordillera de colinas. No lejos de allí, al este, se situaba a su vez la segunda línea de defensa alemana. El 4.º Ejército intentó capturar sin éxito la plaza en cuatro ocasiones entre el 14 y el 17 de julio, así que Haig relevó de esta tarea a las tropas de Rawlinson y ordenó atacar en su lugar a las fuerzas de la Reserva dirigidas por Gough. La nueva ofensiva fue realizada por tres divisiones australianas del I Cuerpo de la ANZAC (conjunto de fuerzas reclutadas en Australia, Nueva Zelanda e islas de Oceanía).
    Gough quería que la 1.ª División Australiana atacara inmediatamente, pero el general de división Harold Walker, que la mandaba, rehusó enviar a sus hombres sin una preparación previa adecuada. Finalmente, se decidió que el ataque se realizaría durante la noche del 23 de julio coincidiendo con el ataque del 4.º Ejército. La decisión de Walker, unida a un eficaz bombardeo de apoyo, fue la causa principal de que la acción fuese un éxito y culminase con la ocupación de Pozières poco después de la media noche. Sin embargo, el intento de tomar la segunda línea alemana fracasó. No obstante, se consideró que las tropas habían trabajado con eficacia y dos soldados australianos fueron condecorados con la Cruz Victoria.
    Los alemanes bombardearon entonces el pueblo de forma masiva y trataron de reconquistarlo hasta en tres ocasiones, pero en todas ellas fueron rechazados. El último intento se produjo poco antes del amanecer del  7 de agosto: siguiendo otro bombardeo masivo los alemanes sobrepasaron con éxito las defensas australianas y entablaron un encarnizado combate cuerpo a cuerpo sobre las ruinas de la localidad, de donde emergieron finalmente victoriosos los australianos.
    Siguió entonces la orden de Gough de adentrarse en territorio enemigo a lo largo de la cresta de Bazentin hasta llegar a la granja Mouquet, donde los alemanes habían construido un importante bastión defensivo, y amenazar de paso la fortaleza de Thiepval. Sin embargo, esta decisión dejó a las tropas al descubierto y a medida que la cuña australiana penetraba en el territorio ocupado por los alemanes, ésta iba siendo acribillada desde todas las direcciones. Apoyados por el II Cuerpo Británico, que avanzaba a su izquierda desde Ovillers, los australianos establecieron una nueva línea justo al sur de la granja convertida en fortaleza, llena de túneles, búnkeres y trincheras. Se sucedieron entonces múltiples intentos de captura, prácticamente seguidos, entre el 12 de agosto y el 3 de septiembre. Ninguno tuvo éxito. En vista de esto, se decidió sustituir a los agotados australianos por tropas canadienses más frescas. Éstas lograron penetrar de forma efímera en la granja el 16 de septiembre, un día después de realizarse una gran ofensiva británica en todo el frente, pero debieron retirarse. Diez días después volvieron a la carga y consiguieron tomar por fin la posición. La guarnición alemana en Mouquet se rindió entonces a los aliados.
    Las tres divisiones australianas sufrieron un total de 23.000 bajas en las batallas de Pozières y la granja Mouquet. Sumadas a las de Fromelles, las bajas totales de Australia en sus seis primeras semanas en Francia fueron mayores que las producidas en los ocho meses que duró la batalla de Gallípoli.
    Artillería británica bombardeando las posiciones alemanas
    El propio Haig reconocía a principios de agosto que las perspectivas de lograr sobrepasar por completo las líneas alemanas en un plazo corto eran bastante improbables. Los alemanes habían terminado de reorganizarse y ya no serían cogidos de nuevo por sorpresa. En medio de este panorama, los británicos prosiguieron con sus pequeñas acciones deslocalizadas de forma continua, en espera de la próxima ofensiva. 
    El 29 de agosto, Von Falkenhayn fue cesado como jefe del Estado Mayor alemán y sustituido por Paul von Hindemburg, quien designó al general Erich Ludendorff como su segundo al mando. Hindenburg y Luddendorff, descontentos con la manera en que Falkenhayn había llevado el frente occidental en general, decidieron emplear una estrategia defensiva totalmente nueva. El 234 de septiembre dio comienzo la construcción de un vasto complejo defensivo denominado Siegfried Stellung ("Posición Sigfrido", más conocido por el nombre de "Línea Hindemburg" que le dieron los aliados.
    Mientras tanto, la lucha proseguía en los bosques del área de Bazentin. El límite entre las líneas francesas y las británicas se encontraba al sureste del bosque de Elville, frente a los pueblos de Guillemont y Ginchy. Éstos permanecían ocupados por los alemanes e imposibilitaban el más mínimo avance de los aliados en la zona, que aquí seguían prácticamente en las mismas posiciones que el 1 de julio. El progreso en este frente pasaba por tanto por la ocupación de ambas localidades.
    El primer intento aliado de capturar Guillemont fue realizado por tropas británicas el 8 de agosto, sin éxito. Le siguió otra operación mayor en la que participaron varias divisiones británicas y francesas, que no consiguieron grandes resultados hasta el 3 de septiembre, cuando la plaza fue finalmente rendida. Ginchy cayó 6 días más tarde, siendo ocupada por la 16.ª División Irlandesa. Por su parte, los franceses también progresaron de forma significativa hasta reunirse con sus colegas británicos cerca de Combles, poco después de la ocupación de Ginchy.
    El frente se convirtió así en una línea recta desde la granja Mouquet al noroeste hasta Combles al suroeste, facilitando el uso de la artillería de apoyo y permitiendo por tanto a los aliados la realización de un nuevo ataque a gran escala. Lamentablemente, esta ventaja se vio reducida debido al gran número de bajas producidas en el 4.º Ejército: cerca de 82.000 hombres perdidos en 90 acciones de combate (de las que sólo cuatro eran ofensivas generales) a cambio de un progreso de poco más de 900 m. Un resultado aún más catastrófico que el del 1 de julio.
    El último gran intento aliado de romper las líneas alemanas se produjo el 15 de septiembre en la batalla de Flers-Courcelette. La ofensiva fue realizada por once divisiones británicas (nueve del 4.º Ejército y dos de la reserva formada por soldados canadienses) a las que se unieron posteriormente cuatro destacamentos franceses.
    Flers-Courcelette es recordada hoy en día especialmente por ser el primer combate en que participó la nueva arma secreta británica, el carro de combate (conocido también por el nombre en clave de la época, tanque). Al contrario que los modelos actuales, los primeros tanques eran vehículos extremadamente lentos (3,2 km/h) y armados con dos cañones menores similares a los de la artillería convencional. Más que capacidad ofensiva, lo que se había demandado durante su construcción era protección contra las mortíferas ametralladoras alemanas y movilidad en un terreno plagado de trincheras, alambradas de espino y cráteres de impacto. Capacidad, en definitiva, para encabezar el asalto a las líneas enemigas mientras la infantería se protegía detrás de él.
    Los tanques Mark I entran en acción en el Somme
    Sin embargo, los tanques no fueron tan fiables como en principio pudiera parecer, ya que seguían siendo vulnerables a la artillería pesada, sufrían constantes fallos mecánicos y quedaban prisioneros de los obstáculos más grandes. De hecho, sólo 21 de los 49 tanques disponibles el 15 de septiembrede 1916 llegaron a entrar en combate, y la decisión de usarlos le valió no pocas críticas a Douglas Haig, a quien se acusó de mostrar el arma secreta demasiado pronto como para elevar su rendimiento hasta límites más aceptables.
    A pesar de esto, el impacto (tanto psicológico como real) sobre las filas alemanas y el curso de la guerra fue notorio. La recién llegada 41.ª División, apoyada por el tanque D-17, capturó la población de Flers, mientras que la División Neozelandesa del XV Cuerpo Británico hacía lo propio con las líneas alemanas situadas junto a la ciudad. En el flanco izquierdo, la 2.ª División Canadiense tomó Courcelette tras una dura batalla en la que también participaron tanques. Y finalmente, los carros de combate posibilitaron asimismo la captura definitiva del bosque alto de Bazentin, aunque fuese de forma indirecta: los vehículos no pudieron penetrar entre la densa masa de árboles, pero al cumplir sus objetivos en los laterales del bosque, forzaron a los alemanes a retirarse de él por miedo a quedar acorralados, permitiendo así su ocupación por parte de la 47.ª División Londinense. Tras varios meses empantanados, los soldados aliados conseguían en unos pocos días la captura de más de 4 km de la tercera línea alemana, si bien es cierto que no se lograron todos los objetivos planeados. El Cuadrilátero, una posición fortificada al este de Ginchy, fue capturado el 18 de septiembre y el 25 de ese mes cayeron las poblaciones de Gueudecourt, Lesboeufs y Morval, esta vez sin la participación de los carros de combate.
    El Ejército de Reserva de Gough lanzó el 26 de septiembre una nueva ofensiva de gran magnitud sobre la fortaleza alemana de Thiepval. La 18.ª División Oriental, que ya había sobresalido en la ofensiva del 1 de julio, se destacó capturando la mayor parte de Thiepval en un sólo día. Mientras la granja Mouquet caía en manos de la 11.ª División Norteña, los canadienses avanzaron alrededor de un kilómetro desde Courcelette.
    Siguió entonces un periodo conocido como la batalla de los altos de Ancre que duró desde el 1 de octubre al 11 de noviembre, en el cual no se produjeron avances y la batalla se convirtió nuevamente en una sangrienta guerra de desgaste. A finales de octubre, las tropas de Gough fueron convertidas en el V Ejército Británico.
    Mientras tanto, Haig mantenía la ilusión de que el 4.º Ejército iba a romper las líneas alemanas de forma inminente. El 29 de septiembre trazó un nuevo plan, según el cual el 3.er Ejército reanudaría la batalla en torno a Gommecourt y el 4.º avanzaría hacia Cambrai. El primer paso requería la captura previa de la Línea Transloy alemana, que conectaba el pueblo de Le Transoly  al este con Le Sars, situada en la carretera de Albert-Bapaume.
    Iniciada el 1 de octubre, la batalla de Le Transoly se ralentizó cuando el tiempo empeoró súbitamente y cayeron fuertes precipitaciones, convirtiendo el castigado campo de batalla en un barrizal. Con la excepción de la captura de Le Sars el 7 de octubre, no hubo progresos apreciables y los combates sólo reportaron un continuo goteo de bajas. El estertor final de la batalla llegó el 5 de noviembre con un ataque fallido en el precipicio de Warlencourt. En lo relativo al 4.º Ejército, las operaciones mayores habían cesado de nuevo.
    El último acto de la batalla del Somme fue representado entre el 13 y el 18 de noviembre a lo largo del río Ancre, que discurre al norte de Thiepval. La decisión de Haig de atacar se debía más a razones políticas que militares, pues con la llegada del invierno, la remota posibilidad de romper el frente había desaparecido. En realidad, lo que Haig esperaba era conseguir una victoria (aunque fuese menor) de la que poder presumir ante los mandos franceses, con quienes se iba a reunir de nuevo en Chantilly el 15 de noviembre.
    Los primeros movimientos de la batalla de Ancre fueron básicamente una reproducción de los del 1 de julio, incluso con la detonación de dos galerías subterráneas en la cresta de Hawthorn y Beaumont Hamel. La 31.ª División atacó de nuevo Serre, al igual que lo había hecho cuatro meses y medio antes, y cosechó los mismos resultados negativos. Al sur de Serre, sin embargo, la experiencia de las tropas se tradujo en la consecución de la mayoría de los objetivos. La 51ª División de Infantería tomó Beaumont Hamel, mientras que a su derecha la 63.ª Real División Naval capturaba Beaucourt. Al sur, el II Cuerpo de Ancre realizó también cierto progreso.
    Haig se mostró satisfecho con este resultado, pero Gough presionó en favor de un último ataque sobre las trincheras Frankfurt y Múnich y la población de Grandcourt, que comenzó el 18 de noviembre. Noventa hombres de la 16.ª División de Infantería Ligera Highland (la llamada «Brigada de los chicos de Glasgow») atacaron la trinchera Frankfurt, que resistió hasta la rendición de los 45 ocupantes supervivientes (30 de ellos heridos) el 21 de noviembre. Esta acción dio fin a la batalla de Ancre y con ella a la batalla del Somme. Múnich y Grandcourt, sin embargo, permanecerían en manos alemanas.
    Secuencia de los avances aliados durante la Batalla del Somme
    Es difícil decidir si la batalla del Somme fue una victoria de un lado o del otro. Los aliados fueron contenidos con éxito y sólo lograron un avance máximo de ocho kilómetros, mucho menos de lo que tenían planeado originalmente. Sin embargo, examinando las consecuencias de la batalla a largo plazo se puede decir que reportó más beneficios a los aliados que a los alemanes. 
    Antes de la batalla, los alemanes relegaban al Reino Unido al mero papel de potencia naval y no pensaban que las tropas británicas fuesen muy difíciles de derrotar en tierra, al menos no tanto como Francia y Rusia, a quienes suponían sus enemigos más poderosos. Sin embargo, la importancia de los británicos en las operaciones de la Triple Entente aumentó considerablemente a partir de la Batalla del Somme y se reforzó aún más cuando estallaron motines en el Ejército Francés y se desató la Revolución Rusa en 1917. En reconocimiento del peligro creciente que representaban los británicos, el Estado Mayor Alemán inició una guerra submarina sin restricciones a partir del 31 de enero de 1917, con el fin de bloquear totalmente las Islas Británicas. El hundimiento de barcos estadounidenses que llevaban suministros al Reino Unido sería el causante de que Estados Unidos se sumase a la guerra, en el bando de los aliados.
    Al iniciarse 1916, el Ejército Británico era en su mayor parte una masa de voluntarios sin experiencia, un "ejército de ciudadanos" acudido a la llamada de Kitchener que encontró su primer examen real en el Somme. Muchos de los soldados británicos que cayeron en la batalla carecían totalmente de experiencia y por tanto, en términos generales, no representaban una pérdida irreparable para las fuerzas armadas de su país. En el caso alemán sucedía todo lo contrario, ya que su fuerza se fundamentaba en tropas regulares y de reservistas bien entrenados y experimentados, por lo que cada nueva baja supuso otra piedrecilla en la marcha de la maquinaria de guerra germana.
    La batalla del Somme, en definitiva, dañó al ejército alemán sin reparo posible, que a partir de entonces se mostraría incapaz de reemplazar sus bajas con soldados de la misma calidad que los que habían defendido su terreno tenazmente durante la mayor parte de los enfrentamientos. Hacia el final de la batalla, los ejércitos alemán y británico se habían reducido hasta llegar a ser lo mismo: casi simples milicias.
    Los mandos alemanes comprendieron que sus tropas no podrían soportar nuevas batallas de desgaste como la del Somme. El 24 de febrero de 1917, el Ejército Alemán llevó a cabo una retirada estratégica desde el Somme hacia la Línea Hindenburg, acortando así la línea de frente que hasta entonces ocupaba. El terreno obtenido por la Entente tras esta maniobra fue mucho mayor que el conseguido durante toda la batalla y, desde luego, con un coste de vidas infinitamente menor. Cualquier efecto estratégico resultante de la batalla del Somme no puede oscurecer el hecho de que fue una de las mayores carnicerías de la Primera Guerra Mundial. 
    La primera estimación aliada sobre el número de bajas en el Somme se realizó durante la Conferencia de Chantilly del 15 de noviembre, donde se estableció que habían resultado muertos, heridos o hechos prisioneros un total de 485.000 británicos y franceses frente a 630.000 alemanes; este dato se usaría más adelante para reclamar la batalla del Somme como una victoria para el bando aliado. Sin embargo, ya en su momento comenzó a desarrollarse cierto escepticismo acerca de estas cifras y el sistema utilizado para calcularlas. Un nuevo recuento, realizado tras el fin de la guerra, estableció las bajas aliadas en 419.654 británicos y 204 253 franceses; un total de 623 907 hombres, 146.431 de los cuales constaban como muertos o desaparecidos.
    Cementerio militar británico en la localidad de Maricourt
    Los números propuestos para las bajas alemanas son aún más dispares. El historiador británico James Edmonds defendió que las pérdidas alemanas fueron de 680.000 hombres, mientras que de acuerdo a un informe del British War Office éstas sólo serían 180.000. Hoy en día ambas estimaciones están desacreditadas y tienden a aceptarse cifras de entre 465.000 y 600.000 caídos alemanes. En su biografía del general Rawlinson, Frederick Maurice se basó en documentos del Reichsarchiv para cifrar en 164.055 el número de alemanes que resultaron muertos o desaparecidos.
    Las mayores bajas por división en el sector británico son de entre 6.329 y 8.026 para las cuatro divisiones canadienses, 7.048 para la División Neozelandesa, 8.133 para las 43 divisiones británicas y 8.960 para las divisiones australianas. La media de bajas por día del Imperio británico durante la batalla del Somme fue de 2.943 hombres. El Royal Flying Corps perdió 782 aviones y 576 pilotos durante los combates.
    Cuando acabó la batalla, ambos bandos habían comprobado hasta qué punto podía ser mortífera la guerra moderna.

    miércoles, 6 de julio de 2016

    100 AÑOS DEL SOMME (I)


    El campo de batalla del Somme fotografiado desde un globo de observación británico

    Primera Guerra Mundial. desde la frontera suiza a la costa de Flandes, una espesa línea de trincheras marca la existencia de los soldados contendientes.
    La estrategia que llevarían a cabo los aliados de la Entente durante 1916 se diseñó en la Conferencia de Chantilly (Oise, Francia), entre el 6 y el 8 de diciembre de 1915. En ella se decidió que durante el año siguiente se realizarían tres ofensivas simultáneas contra los Imperios Centrales, con la esperanza de que éstos fuesen incapaces de resistir una guerra en todos los frentes. Los rusos atacarían desde el este, los italianos (recién incorporados a la guerra en el bando de la Triple Entente) lucharían contra los austro-húngaros en los Alpes y los británicos y franceses dirigirían una tercera ofensiva desde el oeste.
    A finales de diciembre de 1915, el general Douglas Haig sucedió a John French como comandante en jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica (FEB). Haig proyectó entonces una gran ofensiva de los británicos sobre Flandes con el fin de expulsar a las fuerzas germanas de la costa belga y dificultar así las acciones de los submarinos alemanes sobre los barcos de suministros aliados que cubrían la ruta entre Gran Bretaña y Normandía. Para que esta operación diese comienzo era necesario conseguir previamente la autorización del gobierno francés, ya que la ofensiva se realizaría desde su territorio. El visto bueno fue otorgado por el general Joffre en enero de 1916, pero tras nuevas discusiones durante el mes de febrero, se decidió cambiar la operación inicial por otra conjunta franco-británica en el valle del río Somme, situado en la región francesa de Picardía. El lugar fue escogido por servir de conjunción a las líneas francesas y británicas, cuya unión debería arrollar las líneas alemanas y asestar así un golpe mortal a su ejército. Lo que los aliados no sabían es que el enemigo había construido todo tipo de fortificaciones en la zona, tanto convencionales como subterráneas, lo cual iba a hacer la invasión mucho más difícil de lo esperado inicialmente.

    El general británico Douglas Haig
    Los planes maestros estaban todavía empezando a tomar forma cuando los alemanes atacaron por sorpresa Verdún el 21 de febrero de 1916. Esto obligó a los franceses a centrar sus esfuerzos en la defensa de la ciudad, disminuyendo el número de tropas que podían aportar al nuevo frente del Somme y cediendo, por tanto, el papel protagonista en éste a los británicos. Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún, que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por completo la estrategia germana. Los franceses enviarían finalmente al Somme un total de tres divisiones.
    En el caso de los británicos, las seis divisiones desplegadas en Francia al comienzo de la guerra fueron prácticamente diezmadas tras las batallas de 1914 y 1915. Fue necesario, por tanto, enviar nuevos regimientos que constituyesen el grueso de las tropas de la futura ofensiva, en su mayor parte reclutados entre los voluntarios de la Territorial Force y del Ejército de Kitchener (llamado así porque se formó bajo los auspicios del Secretario de Estado de Guerra británico, Horatio Kitchener), que había empezado a constituirse en agosto de 1914. El súbito crecimiento del ejército demandó a su vez el nombramiento de un gran número de generales para que trazaran las maniobras mayores, los cuales fueron elegidos de manera un tanto caótica por culpa de las prisas y no siempre por razones de competencia o habilidad en el combate. El propio Haig había sido ascendido de forma meteórica, ya que se había incorporado a la guerra como Comandante en jefe del I Cuerpo Británico antes de dirigir el I Ejército y más adelante la FEB, compuesta por cuatro ejércitos (cinco más adelante) que comprendían 60 divisiones.
    Para mediados de 1916, el azote de los Fokker EI alemanes había sido neutralizado y el Royal Flying Corps (10 escuadrones con 185 aviones frente a 129 aeronaves alemanas) había conseguido la supremacía sobre el espacio aéreo del Somme. Los británicos también se las ingeniaron para detectar desde el aire la artillería alemana, ya fuera por medio de aviones o de globos, mientras evitaban con éxito que el enemigo hiciera lo mismo con sus propias defensas. No sería hasta septiembre cuando se inclinaría de nuevo la balanza en favor del bando alemán, debido a la incorporación de nuevos aeroplanos de diseño más moderno.
    El primer día de la batalla fue precedido por una semana de bombardeos preliminares con la artillería, en los cuales los británicos dispararon alrededor de un millón y medio de granadas. También se habían cavado diez galerías por debajo de las trincheras y puntos estratégicos del frente alemán, que fueron rellenadas con explosivos; las tres mayores contenían alrededor de 20 toneladas cada una.
    El ataque fue iniciado por trece divisiones británicas (once del 4.º Ejército y dos del 3.º) al norte del Somme y seis divisiones del 6.º Ejército Francés al sur del río. A ellas se oponían las tropas del 2.º Ejército Alemán dirigidas por el general Fritz von Bellow. El eje principal del ataque estuvo centrado en la antigua calzada romana que conectaba Albert (detrás de las líneas aliadas) con Bapaume, situada a 19 km en dirección noreste.
    Los primeros combates se produjeron a las 07:30 de la mañana del 1 de julio de 1916. Diez minutos antes de esto, se detonó la carga explosiva de la primera galería y para las 07:28 ya habían explotado todas salvo una. El campo de batalla se silenció entonces súbitamente, mientras la artillería intentaba localizar la próxima línea de objetivos.

    Voladura de la primera galería subterránea en el Somme
    La infantería iba cargada con 32 kg de equipo y se la había instruido para que formara en filas uniformes y avanzara a velocidad de paso. En otros casos, las unidades se habían adentrado en la tierra de nadie con la intención de tomar las trincheras alemanas tan pronto como cesara la caída de proyectiles. A pesar del bombardeo masivo, muchos de los defensores alemanes habían sobrevivido en los refugios más protegidos y estaban en perfectas condiciones de infligir un daño considerable a la vulnerable infantería de los asaltantes.
    Al norte de la calzada que unía Albert con Bapaume, el avance fue un completo fracaso desde el mismo comienzo. En unos pocos lugares los atacantes consiguieron penetrar en la primera línea de trincheras del frente alemán e incluso en la segunda de apoyo, pero en todos los casos su número era demasiado bajo como para resistir los contraataques. En cuanto los alemanes abrieron fuego sobre la tierra de nadie, tanto la llegada de refuerzos como el movimiento de información sobre el campo de batalla se convirtieron en misiones imposibles.
    Erich von Falkenhayn-retouched.jpg
    El general alemán Von Falkenhayn
    Esto último se veía agravado porque las comunicaciones eran del todo inadecuadas para un escenario como aquel, por lo que los oficiales desconocían prácticamente todo lo relacionado con el progreso de la batalla. Un informe erróneo que aseguraba que la 29.ª División había tenido éxito en Beaumont-Hamel provocó que se ordenara marchar en su apoyo a la brigada de reserva, el I Regimiento de Terranova. Éste fue incapaz de alcanzar la primera línea de trincheras, por lo que avanzó desde la trinchera de reserva y fue destrozado con suma facilidad antes de que cruzara la línea de frente. Las bajas ascendieron al 91 %, lo que le convirtió en el segundo batallón más dañado en el transcurso del día.
    El avance británico sobre la carretera de Albert-Bapaume fue igualmente fallido, a pesar de la detonación de dos galerías en Ovillers-la-Boiselle. Otra acción con resultado trágico fue la de la Brigada Irlandesa de Tyuneside, perteneciente a la 34.ª División Británica, que comenzó su avance a 1,5 km de las líneas alemanas de forma perfectamente visible para las ametralladoras de los defensores, lo que le valió ser destruida antes incluso de alcanzar la propia primera línea británica.
    Al sur de la carretera, en cambio, los franceses y británicos consiguieron grandes éxitos gracias a que en este lado las defensas alemanas eran relativamente débiles y la artillería francesa contaba con muchos más efectivos y experiencia que la británica. Se lograron todos los objetivos del primer día situados entre Montauban y el Somme, y al sur del río incluso se consiguió avanzar más de lo inicialmente previsto.
    Cheshire Regiment trench Somme 1916.jpg
    Trincheras alemanas ocupadas por los británicos en Ovillers-la-Boiselle

    Sin embargo, el primer día en el Somme fue en general un fracaso para las fuerzas atacantes. En menos de 24 horas murieron 19.240 soldados británicos, 35.493 resultaron heridos, 2.152 desaparecieron y 585 fueron hechos prisioneros de un total de 57.470 hombres. Las bajas iniciales fueron especialmente altas entre los oficiales, debido a que aún vestían unos uniformes muy diferentes de los de los militares de menor rango en cuyo reconocimiento se había entrenado especialmente a los soldados alemanes.
    Por otra parte, es difícil establecer una cifra exacta de bajas alemanas correspondientes al 1 de julio, dado que los alemanes sólo realizaban recuentos cada diez días. Se estima que pudieron ser unas 8.000 en la línea de avance británica, 2.200 de las cuales correspondientes a prisioneros de guerra. La mayor diferencia de bajas entre uno y otro bando se produjo en Ovillers, donde los británicos sufrieron 5.121 frente a las 280 del 180.º Regimiento Alemán; una relación de 18 a 1.
    A las 22:00 horas, el comandante del 4.º Ejército Británico, Teniente General Henry S. Rawlinson, ordenó que se reanudaran los combates. Debido a la confusión generalizada y las pobres comunicaciones, los mandos británicos tardaron algunos días en darse cuenta de la escala del desastre. Haig ordenó entonces al también teniente general Hubert Gough que tomara el mando sobre el sector norte, mientras el 4.º Ejército hacía lo propio con el sur. Gough, sin embargo, se dio cuenta del catastrófico estado de las tropas y rechazó la idea de reanudar inmediatamente las operaciones ofensivas, que no volverían a ponerse en marcha hasta el 3 de julio.
    Los mandos británicos ignoraban igualmente las oportunidades que se les brindaban al sur de la carretera de Albert-Bapaume, donde habían conseguido algunos éxitos parciales. Actualmente se sabe que entonces había quedado abierto un agujero considerable en las defensas alemanas desplegadas entre Ovillers (situada junto a la carretera) y Longueval. El 3 de julio, una patrulla de reconocimiento perteneciente a la 18.ª División Oriental Británica incluso se adentró cerca de 3 km en territorio ocupado sin encontrar una resistencia real por parte de los alemanes. Sin embargo, la oportunidad se perdió por la falta de recursos necesarios por parte de los británicos para explotarla, lo que permitió a los alemanes sellar poco tiempo después el pasillo abierto por los explosivos aliados.
    El bosque de Mametz se encontraba todavía vacío el 3 de julio y no fue hasta el día siguiente cuando las tropas alemanas lo reocuparon. Seguirían dos intentos infructuosos por parte de los aliados antes de que pudiesen conquistarlo de forma definitiva el día 10. Los bosques de Bazentin y Elville, totalmente vulnerables tras el fin del primer día, costarían un gran número de vidas cuando intentasen tomarse más de un mes después, entre agosto y septiembre. 

    Plan de ataque británico al comienzo de la Batalla del Somme
    Durante las dos primeras semanas de lucha, la batalla se redujo a una serie de pequeñas acciones sin relación entre sí mientras se preparaba una de mayor envergadura. Entre el 3 y el 13 de julio, sólo el 4.º Ejército de Rawlinson llevó a cabo 46 de estas «acciones» que le reportaron veinticinco mil bajas, sin que se produjera el menor avance. Estos resultados mostraban a las claras una diferencia abismal entre la estrategia puesta en práctica por los británicos y la de sus colegas franceses, y fue causa de no pocos roces entre ambos aliados. Mientras que Haig pretendía mantener una presión constante sobre el enemigo, Joffre y Foch apostaban por reservar sus fuerzas mientras se preparaban para un golpe mayor. El plan de guerra británico sólo consiguió una cierta victoria estratégica cuando Erich von Falkenhayn se vio obligado a detener la ofensiva sobre Verdún el 12 de julio, con el fin de redistribuir mejor sus fuerzas en el frente occidental y asegurarse así la contención de la ofensiva en el Somme. Aunque los combates sobre Verdún se seguirían produciendo hasta diciembre, serían ya los franceses quienes dictasen realmente el curso de los mismos.
    Por su parte, Fritz von Below se vio obligado a pedir refuerzos para poder mantener el frente estable sobre el Somme, pues no podría aguantar durante mucho tiempo combatiendo con una relación de fuerzas de 3 (y a veces 4) contra 1. Las tropas alemanas se reorganizaron a partir del 19 de julio, tomando Von Below el mando sobre el I Ejército desplegado en el sector norte mientras Max von Gallwitz, recién llegado del frente rumano, se hacía cargo del II Ejército en el sector sur. Gallwitz fue nombrado así mismo comandante en jefe de todos los ejércitos desplegados en el Somme.
    Los primeros refuerzos alemanes ya habían comenzado a afluir hacia el Somme el 2 de julio, cuando llegaron 7 divisiones, a las que se unieron otras 7 durante la semana siguiente. Entre julio y agosto, los alemanes habían dispuesto ya 35 divisiones extra en la línea de defensa frente a los británicos y 7 en la de los franceses. A finales del segundo mes sólo permanecía una división en reserva.
    Los británicos tenían la esperanza de que los refuerzos alemanes provinieran de otros frentes cercanos. Con el fin de complicar el movimiento de los mismos, el ejército británico realizó un gran número de ataques furtivos y acciones de escasa entidad a todo lo largo de la línea de frentes. La operación de mayor magnitud (y peores resultados) fue la batalla de Fromelles (19-20 de julio), en el Artois, que se saldó con 7.080 bajas entre los soldados británicos y australianos sin que se capturara porción alguna de terreno ni se sacara ningún provecho del movimiento de tropas alemanas desde el Artois al Somme.

    Soldados neozelandeses en una trinchera del Somme