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jueves, 2 de noviembre de 2017

LA BATALLA DE CHICLANA (1811) Y SUS MEDALLAS (II)


Calculando el tiempo que costaría desplegar una brigada completa en formación de batalla, Graham supo que tenía que entretener a los franceses. Así, ordenó a Browne, que ya había llegado junto a él, que su batallón de 536 hombres, formado por compañías de flanco de diferentes batallones, volviera a rodear y subir la ladera del cerro contra los 4.000 franceses con su artillería en la cumbre. Barnard, que mandaba el batallón ligero de la brigada de Wheatley, y Bushe, con dos compañías de infantes portugueses, atacaron por el bosque para detener el avance de Leval.
La división de Leval, ignorante del ataque inminente de Barnard, avanzaba en columna de a dos, sin una vanguardia de voltigeurs. La inesperada aparición de los británicos causó tal confusión que algunos regimientos franceses, imaginando ser atacados por la caballería, formaron cerradamente, y fueron barridos por la metralla de los diez cañones montados en el extremo de las líneas británicas. Corrigiendo su formación a la forma usual de ataque francés –la "columna de divisiones"–, bajo el fuego de la artillería de Duncan, avanzaron forzando a Barnard a retroceder. Tras éste, Bushe con los portugueses cubrieron su retirada y enfrentaron a los franceses hasta que la brigada de Wheatley formó en la orilla del bosque. Los 3.800 hombres de Leval marchaban ahora contra una línea de 1.400 anglo-portugueses (los de Barnard, Bushe y Wheatley).
Mientras tanto, en el cerro, el batallón de Browne se enfrentaba con la división de Ruffin. El fuego francés diezmó a los británicos con unas pocas andanadas de su artillería e infantería. En lugar de retroceder, los de Browne se dispersaron al abrigo de la ladera y devolvieron el fuego. En este punto, Ruffin no podía descender por la presencia de la brigada de Dilkes, que saliendo del bosque formaba al pie del cerro.
Dilkes, avanzando cerro arriba por la derecha de Browne, consiguió llegar cerca de la cima sin pérdidas serias. Ruffin desplegó cuatro batallones que intercambiaron fuego con Dilkes y con Browne. Victor, en la cumbre del cerro, trajo en su apoyo dos batallones de granaderos de su reserva. Sometidos los seis batallones franceses al intenso fuego de mosquete, fueron detenidos a sólo unos metros de la línea británica. Poco después, deshecha la fuerza francesa por el fuego de los hombres de Browne y de Dilkes, escapaba hacia el valle de más abajo.
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Escena de la Batalla de Chiclana pintada por Louis Francois, barón de Lejeune
Volviendo al combate entre Wheatley y Leval, éste tenía la impresión de enfrentarse a una fuerza superior, aunque era él quien tenía la ventaja numérica. Después de haber sido vapuleados por las compañías ligeras de Barnard y Bushe, los franceses necesitaban reorganizarse, pero Wheatley atacó tan pronto como las compañías ligeras despejaron el campo. Ninguno de los batallones franceses consiguió formar en línea, y la primera columna francesa se deshizo tras la primera andanada inglesa. El 8º de Línea francés, parte de esa columna, sufrió un 50 % de bajas; el águila imperial estandarte de esta columna fue capturado por el alférez Keogh, del 87º regimiento, quien murió en el intento, y el sargento Patrick Masterson (o Masterman, según otras fuentes) lo cogió, el primero en ser ganado por los británicos en la Guerra de Independencia española. La línea británica continuó su avance, rompiendo el único batallón que había conseguido formar (del 54º de Línea francés). Tras tres descargas, éstos se retiraron junto a la división en fuga de Leval.
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Monumento a los caídos en la Batalla de Chiclana
Foto: KDM Sancti Petri
Las divisiones francesas huyeron hacia la Laguna del Puerco, donde Victor se ocupaba de detener la desorganizada fuga francesa y de desplegar los dos o tres únicos batallones ilesos para cubrir la retirada. Graham también puso orden en sus exhaustas huestes, y las llevó junto con la artillería de Duncan contra los reorganizados franceses. Sin embargo, un escuadrón de húsares rodeó el cerro y condujo a un escuadrón de dragones contra la infantería francesa en formación. El efecto de este golpe desmoralizó a los franceses, que se retiraron apresuradamente.
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Placa conmemorativa
Durante la batalla, Lapeña rehusó empecinadamente dar apoyo a las tropas de Graham. Supo del avance francés al mismo tiempo que el inglés, pero decidió quedarse defendiendo el istmo de la isla de León con todos los hombres a su cargo. Conociendo la decisión de Graham de enfrentarse a los franceses y convencido de la victoria de éstos, se mantuvo en su posición. El general Zayas le requirió repetidamente que diera apoyo a los británicos, pero Lapeña se negó. Al terminar el combate, viendo la victoria británica, rehusó perseguir a los franceses en su retirada, a pesar de las continuas protestas de Zayas.
Tácticamente y en términos de bajas sufridas, la batalla fue una victoria para las tropas aliadas. Habían marchado una distancia considerable durante aquel día (y la noche anterior) y estaban luchando contra una fuerza casi doble en número. Las fuerzas británicas perdieron aproximadamente 1.240 soldados, incluyendo portugueses y alemanes bajo el mando británico. Las bajas españolas fueron entre 300 y 400. Los franceses perdieron cerca de 2.380 hombres. Sin embargo, el error de los aliados de no perseguir a los franceses derrotados permitió a Victor reocupar las líneas del asedio a Cádiz, y la batalla no tuvo resultados estratégicos decisivos; de hecho, Victor la consideró una victoria, dado que el asedio continuó como hasta entonces.
En la mañana del 6 de marzo de 1811, Graham, furioso con Lapeña por su falta de apoyo, recogió a sus heridos y marchó hacia Cádiz. Parece posible afirmar que si las fuerzas aliadas hubieran acosado a las francesas tras la batalla, o al día siguiente, el asedio de Cádiz habría podido ser levantado. Aunque Victor consiguió reagrupar su ejército, el pánico estaba generalizado en sus líneas. Victor había planeado contener cualquier avance aliado sólo el tiempo suficiente como para destruir las fortificaciones asediadoras, evitando que cayeran en manos enemigas; pero era tal el desconcierto entre los franceses que, aunque los aliados no avanzaban, destruyeron una de sus baterías de artillería sin haber recibido la señal.
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Emisión filatélica conmemorativa del bicentenario de la batalla
Foto. Sociedad Filatélica Gaditana
Lapeña insistió en desoír los planes de Graham y Keats para avanzar contra los franceses en Chiclana, e incluso se negó a enviar jinetes exploradores para ver lo que hacía Victor. Después de permanecer en sus atrincheramientos durante la batalla, los españoles volvieron a la isla de León el 7 de marzo de 1811, dejando sólo las fuerzas irregulares de Begines tras ellos. Éstos aseguraron efímeramente Medina-Sidonia y pronto volvieron a las montañas de Ronda. El 8 de marzo, Victor había vuelto a ocupar todas sus posiciones originales, y el asedio a Cádiz seguía como al principio.
La derrota francesa dio un empuje a la moral de los españoles, a pesar de su escasa participación en el combate. Tras la batalla, Lapeña tuvo que rendir cuentas por negarse a perseguir la retirada de las fuerzas francesas ante el Consejo de Regencia, el cual le ordenó entregar su mando al general Zayas.​ Las críticas de Graham hacia sus aliados españoles, en un momento de tensas relaciones entre ambos, supusieron el traslado de Graham al ejército principal de Wellington.
En noviembre de 1811, el Regente del reino Unido (futuro Jorge IV) otorgó la concesión de una medalla a los oficiales británicos presentes en la batalla. El 13 de febrero de 1815, Fernando VII hizo lo mismo con los españoles.

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